De la gloria al infierno

O el tan alegre que venía y tan triste que me voy

A menos que usted haya construido una muralla alrededor suyo o se haya recluido en la montaña más alta o una isla desierta, seguramente tiene idea de que hoy empezaron los octavos de final de Sudáfrica 2010.

Si usted vio los partidos de Uruguay-Corea del Sur y Estados Unidos-Ghana, sus ojos se habrán enfocado en el equipo victorioso en pasar a los cuartos, como la gran mayoría. Celebró los goles, empezó a repasar mentalmente las llaves para de pronosticar quién jugaría contra quién en la final y trató de envisionar a Messi anotando mañana, por aquello de atraer las cosas con el pensamiento.

Yo no. Mientras los uruguayos se abrazaban eufóricos al escuchar el silbato final, no pude evitar fijarme en como a los coreanos se les doblaban las rodillas y caían en el césped, derrotados, más que por el marcador, emocionalmente.

Fue entonces en que me puse a pensar en que en el fútbol se pasa de la gloria al infierno en cuestión de segundos. En un minuto anotas un gol y estás virtualmente clasificado; al siguiente, el contrario te empata y tu permanencia en el Mundial (tu sueño de infancia, de seguro) depende de que la pelota entre a la red y que el palo o el travesaño no se le atraviesen en el camino. Y en eso, el otro anota y no hay más que hacer.
Claro, los aficionados y espectadores sufrimos durante 90 minutos pero cuando el equipo favorito es derrotado, pasamos la página rápidamente y pronto lo superamos. Pero, ¿y los jugadores?

Son más que 11 pares de piernas, ¿se había puesto a pensar? Son humanos, con inseguridades, defectos, preocupaciones y problemas. A los sentimientos personales hay que sumarle las emociones colectivas en el vestuario y la presión nacionalista-patriótica-cultural (o como le quiera llamar). De repente ser futbolista no parece tan atractivo.

Espero que los 8 equipos que se van a casa en estos días tengan buenos psicólogos en el plantel. Francia e Italia seguro que necesitarán de horas de terapia.

Comentarios

  1. Pensaba en esto hace unos días, al ver tanto equipo pequeño que con tanta ilusión preparaba sus juegos. Y es triste, pero también es parte del fútbol. Pienso en Honduras, que perdió sus dos primeros juegos pero le metió corazón al último y empató. Al termino del segundo juego, a pesar de haber perdido contra España, se sentían contentos de haber jugado contra grande estrellas. Una gran experiencia, decían.

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  2. Gero, compartimos la idea sobre los equipos pequeños. Quizá porque somos de un país pequeño, eso nos da ganas de ponerle todas las fichitas al pequeño que juega a ser grande, como Ghana o incluso las Coreas. Definitavemente es parte del fútbol

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