El evento social

Según los años

Cuando estás pequeño -dependiendo de qué tan grande sea tu familia, de cuántos hijos tengan los amigos de tus papás, tu popularidad en el kínder o en la colonia-, te llueven las invitaciones a las fiestas. Aceptás la invitación en parte seducido por la piñata y sus dulces, los sándwiches de pollo, los suspiros, la horchata y, por supuesto, por el pastel. Y la pasás bien, ya sea porque el payaso tenía su gracia o por los mensajes subliminales de las canciones infantiles y porque Enrique y Ana te hipnotizaron con el disco chino y el hula hop.

Ya más grandecito, las piñatas escasean y, si te invitan, ya no es lo mismo. De consuelo, si vas a un colegio de curas o de monjas (como yo), recibís invitaciones a Primeras Comuniones, donde las niñas lucen sus vestidos blancos y, las que no tuvimos, nos reconfortamos con la moraleja del cuento de la la Menchedita Copalchines.

A los 15, no hay sábado en que no tengás alguna fiesta rosa a la que ir, sobre todo en estos dorados tiempos en que la gente te invita para que aparezcas con un sobre en la mano y les ayudés a financiarse el jolgorio. Pero de bicha quinceañera no te importa, porque vas a bailar con tus amigas y te la pasás de lo lindo toda la noche hasta que tus papás llegan a sacarte como si fueras Cenicienta.

Después de los 18, los eventos sociales ocupan menos espacio en tu agenda. Te invitan a algún cumpleaños en que la horchata se sustituye por otros brebajes; los payasos no están contemplados precisamente en el entretenimiento; y los pasteles, en lugar de llevar más velitas, llevan menos. Ocasionalmente aparecen graduaciones, vas más por compromiso que por diversión y regalás lapiceros tipo Parker y otra serie de regalos "de adulto".

Le siguen las despedidas de solteras, las bodas, los baby showers y los bautizos (con algo de suerte, en ese orden), y con cada invitación te vas sintiendo mayor y... aflige. Ya no es como ir a una piñata sin preocupaciones, porque tu mamá te compra el regalo y te elige la ropa, sino que te toca ir a ver mesas de regalos, comprar el vestido y hacer cita en el salón de belleza (sí, tanta preparación solo para un par de horas).

¿Pero qué pasa cuando llegás a cierta edad en que a lo único que te invitan es a funerales y entierros? A veces escapa mi comprensión ver que mi abuela regresa reanimada de los velorios, hablando de todas las personas con las que se reencontró después de no sé cuántos años y de los tamales, el pan dulce y el café.

Supongo que hasta la muerte es un evento social que celebra la vida.

O que a todos nos mueve la comida gratis.

Comentarios

  1. Mona, ese post lo iba a escribir yo!!! Lo he tenido en la mente desde siempre, pero jamás salió al teclado.

    Es triste, sí, yo estoy en la edad en la que te toca ir a funerales, porque los papás se mueren...y es horrible pensar que algún día, serás vos el protagonista.

    Claro, también estamos en tiempo de piñatas por el peque, pero ya no son de horchata y suspiros, sino de pizza y soda.

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  2. Lo siento si me adelanté Clau. No había reparado en pensar que la horchata y los suspiros son muy old fashioned paralos niños y piñatas de hoy.

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