Patria Fútbol

¿Somos la azul y blanco?

El siguiente es un extracto de un ensayo (un ensayo de ensayo diría yo). Más de alguno me subió la ceja cuando compartía de qué se trataría y me dijeron diplomáticamente "Ah, qué bonito tema". Quizá por eso me sorprendió ver en el diario que en el Centro Cultural de España iban a tener conferencias precisamente sobre esto: fútbol y cultura. ¿Ah que no, verdad? Ya ven que no soy la única loca a la que se le ocurre estudiarlo.

El fútbol como elemento constructor de identidad nacional

“Patria es la selección nacional de fútbol”, dijo en una ocasión Albert Camus. El fútbol, uno de los productos culturales más consumidos a nivel mundial, es considerado elemento constructor de identidad. ¿Construimos “lo salvadoreño” a partir de la afición por “la Selecta”?

Sábado 6 de junio de 2009. Estadio Cuscatlán. La selección de El Salvador se enfrentaba a su homóloga mexicana en un encuentro de la hexagonal de la Confederación de Norteamérica, Centroamericana y el Caribe de Asociaciones de Fútbol (CONCACAF) para clasificar a la Copa del Mundo Sudáfrica 2010.

Empero, este no era un partido cualquiera. Aún en comparación con el revuelo generado tradicionalmente por los encuentros entre “la azul y blanco” y el conjunto tricolor, estos 90 minutos estaban marcados por el orgullo nacional de los aficionados salvadoreños.

Días antes, el comentarista deportivo mexicano David Faitelson había dicho durante el programa “Cronómetro” de la cadena ESPN que, si México no le ganaba a El Salvador –la selección número 100 según el Ranking de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), por debajo de Ruanda, cuyos jugadores no los conoce nadie-, era porque no merecía ir al Mundial, agregando que los jugadores aztecas “lamentablemente tenían que ir a uno de los peores niveles de todo el fútbol mundial” , lo que inmediatamente le ganó el título de persona non grata para el público y el repudio de la prensa local, que se apresuró a atizar la previa del partido.



Pronto, la afición cuscatleca reaccionó y aparecieron los grupos de Facebook bajo el nombre “Todos los salvadoreños que odiamos a David Faitelson de ESPN” y sus similares, junto a las entradas en los blogs y las cadenas de correos electrónicos que instaban a los asistentes al Coloso de Monserrat a utilizar mascarillas en alusión a la epidemia de gripe porcina (hoy Influenza H1N1) que atravesaba México, mientras los periódicos publicaban caricaturas de Faitelson semejando a un cerdo y portando su respectiva mascarilla.

Para muchos, Faitelson había atentado contra la Patria, concepto efímero que, según la opinión de algunos, el salvadoreño promedio solo recuerda durante las festividades del 15 de septiembre a la hora de entonar las notas del Himno Nacional –o en su defecto, “Patria Querida” de Álvaro Torres-, o bien, durante las eliminatorias mundialistas.

Sin embargo, la relación tirante entre salvadoreños y mexicanos cuando se trata de definir “quién es mejor”, tanto dentro como fuera de la cancha, no es nueva. El “Informe Sobre Desarrollo Humano El Salvador 2003” sostiene que en el siglo XXI, la identidad nacional salvadoreña se define de la interacción principalmente con tres grupos etnonacionales, incluidos los mexicanos, con quienes se establecen los contrastes culturales a partir de los cuales se construyen los símbolos de identificación. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD (2003) concluye:

En síntesis, los salvadoreños mantienen con México una relación conflictiva, donde se mezclan el resentimiento y la admiración. Buena parte de la cultura popular salvadoreña está impregnada de la mexicana, constituyéndose en un elemento fundamental en la definición de la identidad salvadoreña en estos momentos. En este caso estamos frente a una “hegemonía no asumida” (p. 240)
El resentimiento de los salvadoreños contra este nuevo desdén de los mexicanos en materia futbolística desempolvó el viejo lema “Al mundial no vamos pero a México le ganamos” y los aficionados de “la Selecta” se agolparon frente al hotel capitalino donde se hospedaba “el Tri” para ofrecerles una serenata hasta altas horas la noche antes del encuentro.

El día del partido, el Estadio Cuscatlán estuvo abarrotado en su totalidad y la hinchada, que luego algunos medios extranjeros se encargarían de mostrar como una horda enardecida, presenció cómo el conjunto salvadoreño ganaba el encuentro con un marcador de 2 a 1 frente los aztecas. Un periódico local proclamaría ese 6 de junio como “el día más feliz de una generación” y, a pesar de que “la Selecta” se quedaría corta en puntos para poder clasificar a Sudáfrica 2010, por meses, los salvadoreños estuvieron pendientes de los resultados de la hexagonal, a la cual “la Selecta” no accedía desde las eliminatorias rumbo a Francia ’98.

Si El Salvador pudo estar unido por 90 minutos durante los 10 partidos de la fase clasificatoria de la CONCACAF, sin hacer distinciones de género, clase, religión ni de banderas políticas, abrazando únicamente los colores de la azul y blanco, ¿podrían “la Selecta” y el fútbol servir como elemento constructor de la identidad nacional?

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El resto de las 12 páginas me lo reservo. Mi respuesta a la pregunta anteriormente planteada también me la reservo. Mejor les paso el balón para que desde su lado de la cancha lo reflexionen.

Comentarios

  1. Muy acertado lo que planteas. La identidad nacional a través del futbol cubre, en todo caso, aquellas carencias que existen en un país golpeado por aspectos económicos y políticos. Tal es el caso de nuestro vecino país Honduras.

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  2. ¡Exacto Roberto! Ese es justo el planteamiento de algunos autores, que lo que el gobierno (o sistema político en general) no da, lo da el fútbol.

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