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Mostrando entradas de abril, 2011

Yo y mi pánico al conflicto

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Siempre me ha dado la impresión de que le huyo al conflicto . No sé si es porque tiendo a reaccionar torpemente a los dimes y diretes en un intento por tratar de seleccionar las mejores palabras, porque me da miedo convertirme en la versión femenina de Hulk a la hora de defenderme en un caso extremo o porque simplemente no le hallo sentido a ponerme a discutir sobre algunos temas o con ciertas personas.  Esto hace que muchas veces deje pasar cosas que a cualquier otro le parecerían graves afrentas, o que, si el conflicto fue inevitable, después ande disculpándome hasta por cosas que no he hecho o dicho, con tal de seguir adelante y pasar la página.  Esa soy yo, hay gente que hace todo lo contrario, y más que evitar los conflictos, los buscan. Se toman todo a pecho o lo convierten en algo personal. Algunos tendrán sus motivos, pueda que estén defendiendo sus creencias, valores y principios, y es válido, tal vez lo inapropiado es la manera de hacerlo, sobre todo si recurren a vocifera

Alzar el vuelo

Tuve que preguntarle a medio centenar de personas si ellos estarían dispuestos a irse del país en un futuro para caer en la cuenta de que nunca me he puesto a pensar si a mí me gustaría emigrar. A los encuestados se les da la opción de responder "Sí", "No", "Tal vez", pero mi respuesta es "No sé". No tengo esposo ni hijos que considerar en la decisión, solo mi núcleo familiar. Tampoco tengo bienes propios que me mantengan aquí, ni deudas que me esperen. No tengo un trabajo fijo o un contrato irrevocable. Hablo el idioma, tengo visa, el mundo es mi ostra. ¿Por qué no alzar el vuelo? Aún así, nunca he pensado irme del país, al menos no para vivir. No permanentemente. Tal vez para estudiar (eso sí se me ha ocurrido infinidad de veces), pero siempre con la idea de regresar a corto o mediano plazo... no 30 o 40 años después, como hacen algunos compatriotas. La pregunta que acompaña a mi "No sé" es: ¿Para qué? Hay gente conv

Zapatofilia

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Mi nombre es Raquel, tengo un par de pies y más de 20 pares de zapatos. Me da bastante vergüenza decirlo, estando consciente de que hay cientos de miles de niños que caminan descalzos por el mundo. Lo intento, pero no lo logro. Me fascina de manera absurda ver zapatos . Sí, sí, yo que les he dicho que no creo en la moda. Al principio creía que era poco usual padecer de este mal, pero pronto descubrí que a más mujeres les pasa lo mismo -a unas más, a otras menos-, como en esta entrada de Clau en Tras el Cristal. Si hay hombres que se excitan viendo pies y zapatos de tacón alto (y no necesariamente estilo stripper), ¿qué tiene de sorprendente que a las mujeres también nos emocione ver un par de lindos zapatos, más si están en oferta?  Tengo cuando menos 2 teorías al respecto: la primera es que es más probable encontrar un par de zapatos que te queden bien, casi sin importar tu talla o tu tipo de cuerpo, a encontrar ropa que te talle bien en este mundo en que la XS es la

Por qué las mujeres hablamos tanto

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Seguramente esta pregunta ya le ha cruzado por la mente. Es probable que aún no le haya encontrado respuesta. Quizá lo considere uno de esos misterios sin resolver. Quizá en efecto lo sea. Que conste eh, no podemos generalizar. Hay mujeres mudas, algunas monosilábicas y otras hablan hasta con las piedras. Pero junte a dos o más mujeres y seguro logrará que entre ellas hablen hasta de la inmortalidad del cangrejo. Entonces, ¿por qué las mujeres hablamos tanto? Hay motivos tanto biológicos -desde cómo funciona nuestro cerebro-, como socioculturales que explican este fenómeno.  Para comenzar, las mujeres prestamos más atención a los detalles (sí caballero, de ahí vienen todos los comentarios que hace su novia o esposa cuando dice "¿Viste cómo andaba vestida la fulana?"). Y de remate, por lo general las mujeres tenemos mejor memoria (sí, por eso es que difícilmente se nos olvidan las cosas que ustedes hacen o dicen). A esto le debemos sumar los procesos de social

La responsabilidad social mal entendida

Esta mañana abrí el periódico para enterarme que un restaurante de comida rápida había hecho una donación a una asociación que tiene como misión generar conciencia sobre los riesgos cardiovasculares en los niños. Doble paradoja. Si la empresa en cuestión fuera socialmente responsable para con los niños (que al final de cuentas son quienes se atipujan de hamburguesas), ¿no deberían empezar por freír sus papas en algún tipo de aceite más "saludable" -como si eso fuera posible-? ¿O en hacer sus hamburguesas con carne molida de buena calidad, sin Dios sabe qué como extra topping? En segundo lugar, la promoción (porque no se me ocurre llamar de otra manera a este tipo de pseudo evento en relaciones públicas) era que se designaría un día para que la gente comprara el big producto estrella y que el total de las ventas sería donado a la asociación antes mencionada. Mi pregunta entonces es, ¿qué donó la filial salvadoreña de la segunda franquicia más grande del mundo? Todo

Soledad crónica

A veces me siento sola. Unas más, otras menos. Pero al final de cuentas: sola. Tengo mis ciclos, montañas rusas de emociones. Unas estoy arriba, otras abajo. Pero cuando caigo en el precipicio, siempre me golpeo con el sentimiento de soledad. ¿Será que la soledad es crónica?

Cuando faltan las palabras

Pasa. Uno da bocanadas de aire tratando de hallar las adecuadas (en en extrema urgencia, ¡cualesquiera!), pero no las encuentra. No salen de la boca. Algunas ni siquiera llegan a la punta de la lengua. Las situaciones en que pasan varían: puede ser ante una pregunta incómoda, un comentario impertinente (para mientras contamos hasta 10) o algo que nos toma por sorpresa y nos deja literalmente sin palabras. También pasa que a veces no se conocen las palabras. ¿Ha visto alguna vez a un niño tratar de explicar algo que le es desconocido o que no comprende del todo? Se quedan en blanco y se ofuscan de la misma frustración de no poder comunicar en palabras la maraña de sus pensamientos. No hay que ser niños para que eso pase.  Para describir, por ejemplo. Descríbame la sensación más agradable que alguna vez haya experimentado. Describa -sin ayuda de su lenguaje corporal- el gol más fantástico que ha visto anotar a un jugador de su equipo favorito. Describa lo que pasó por su mente

Lo que todo el mundo necesita

¿Sabe que es lo que todo el mundo necesita? Hablar. A veces me sorprende las situaciones en las que la gente intenta sacarle plática a uno -y sí, a veces, dependiendo del contexto, me parece molesto (discúlpeme señora, pero yo no voy al gimnasio para que me cuente que no alcanza a leer los subtítulos de TBBT mientras sudamos lado a lado)-. Pero al final de cuentas, la gente necesita hablar.  Hay días en que andamos cosidos o pegados los labios: aún en medio de mucha gente y su cháchara, no decimos ni pío. Mal que bien, es un alivio encontrar con quién podamos abrir la boca y compartir lo que sea que tenemos en mente (o alma, en caso de que sean penas las que nos agobian). Estoy convencida de que tener con quién hablar -más que una conversación superficial típica del día a día- ayuda a apalear la soledad. Por eso nunca está de más escuchar. 

Cicatrices

Me veo al espejo todos los días. Quizá tengo algo de Estelle en "A puerta cerrada". Mi propio reflejo me recuerda que existo, que no he terminado de hacerme invisible.  ¿Sabe qué es lo que más veo desde hace 3 meses? Mi cicatriz en el cuello. No por vanidad. Ni siquiera me molesté en untarme algún menjurge, tampoco la cubro con maquillaje. La miro y hasta me río porque sé que esta es la menor de mis cicatrices. Llevo otras cuantas más y más grandes que nadie ve, porque no me las grabaron en la piel con bisturí, sino con palabras y acciones. A veces hasta yo me olvido que están ahí. No porque hayan terminado de cicatrizar, sino porque ya no me detengo a contemplar mis heridas. Hoy que mi cicatriz se empieza a esconder entre los pliegues naturales de mi cuello, pienso en cómo todas mis cicatrices han pasado a ser parte de mí y me han hecho como soy. Para bien o para mal.

Un día como hoy

Nació este blog. Sé que cuando hablo de la blogósfera tiendo a recurrir a mi experiencia individual ( aquí , aquí y aquí ) o a mis observaciones del colectivo ( acá ). Dos aspectos rescato de mis divagaciones profusas sobre el tema de "la blogueada": el primero es que con el tiempo se cae en la cuenta de que uno solo escribe para sí mismo, lo que es en extremo liberador. No se puede quedar bien con todo el mundo y ciertamente no vale la pena intentarlo, so pena de despersonalizarse y/o volverse loco. El segundo es que, al menos en mi caso, la gratificación me la da encontrar que en el mundo hay más personas que tienen las mismas ocurrencias, atraviesan situaciones similares y viven emociones un tanto parecidas. Creo que ya se los he dicho pero no está de más admitir que sí, me hacen sentir menos sola. Comprendida. Hoy que se cumplen 2 años quiero mas bien pensar en el futuro y creer que mientras pueda -se me ocurran cosas y no se termine de agotar la poca irreverenci