Un día de perfección improvisada

La Piazza della Signoria y el Palazzo Vecchio

Día 4. Mi primera mañana en Florencia empezó con una carrera al restaurante en la terraza del hotel 15 minutos antes de que quitaran el desayuno que estaba incluido en la reservación. El desayuno "gratis", desde mi punto de vista, es una de las mayores ventajas que se debe sacar en cualquier viaje. Desayunar bien te ayuda a postergar un poco la hora de almuerzo o hacerlo más liviano y por ende, más barato (al menos en teoría). 

Como primer punto en la agenda no existente de este miércoles, atravieso el Ponte Vecchio lleno de turistas. Admiro las vitrinas de las joyerías sobre el puente mientras calculo mentalmente cuánto cuesta en dólares ese dije o esos aretes, para luego conformarme con mirar. En el puente hay un busto adornado con un rótulo prohibiendo colgar candados a su alrededor, so pena de querer una multa de cientos de euros.

Al otro lado del Arno, me adentro por las calles estrechas y empedradas de la vecchia Firenze hasta que doy, por fortuna, con la Piazza della Signoria y el Palazzo Vecchio, con su falso David afuera en el museo de esculturas al aire libre.



Vista de Il Duomo desde el Palazzo Vecchio

A unos pasos está la Galleria degli Uffizi, pero por este día improviso y terminó entrando al museo del Palazzo Vecchio, donde tuve la intención de subir hasta la punta de la torre pero la capacidad de mis pulmones desiste y se queda recuperándose del aire frío en la terraza. Tampoco me puedo quejar: la vista es espectacular.

Sigo el mapa del museo prácticamente vacío viendo qué puedo descubrir en cada sala, hasta que después de ver decenas de pinturas de la madonna con su bambino y Giovanni il Battista, me entretengo con otros detalles curiosos, como aprender que los lirios son el símbolo de Florencia o que las presuntas historias que cuentan algunos cuadros sobre personajes florentinos los asemejan a personajes de la Biblia. 

Al salir del Palazzo Vecchio cruzo por aquí y por allá hasta que doy con un bar. Es un bar piccolo pero muy bonito, cerca de la piazza de San Firenze. Tengo más sed que hambre, pero no está de más hacer una pausa. Aquí aprendí que en Italia el tamaño de una pizza "personal" se traduce a una pizza que fácilmente puede se compartir entre dos personas o más. Pero los ingredientes... es increíble cómo algo tan simple puede saber tan bien. Mi almuerzo incluyó WiFi y un tiramisú más que perfecto para más tarde.

Sigo las flechas que me llevan en mi camino a Santa Maria dei Fiori, con su fachada de mármol y su famosa cúpula. El edificio, de proporciones monumentales, desafía el tiempo y una no puede sino ponerse a pensar cómo pudieron construirlo hace tantos siglos. En el costado hay una entrada para quienes desean entrar específicamente a rezar o prender una vela, mientras que los demás turistas entran por las puertas en la fachada principal.

Fachada y cúpula de Santa Maria dei Fiori

En las tres iglesias que visité esta semana -la Sagrada Familia, Notre Dame y Santa Maria dei Fiori-, me pareció curioso que los administradores de los recintos hacen un esfuerzo por que en su interior aún se respete el hecho de que, aparte de maravillas arquitectónicas e históricas, su principal funcionalidad es ser un lugar para la adoración.

Al final de la tarde, el cansancio y el sueño me vencen. No me queda más que recordar que a final de cuentas estoy aquí para el dolce far niente y que puedo irme a dormir una siesta. Sí. Siesta. Se vale. Estoy de vacaciones.


Ponte Vecchio antes del atardecer

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