Te quiero porque...

En una pizarra de corcho, sujetada frágilmente con un alfiler, se lee una felicitación en una pequeña tarjeta que venía en un arreglo floral. Dice "Te quiero. Gracias por apoyarme siempre".

La leo casi todos los días. Creo que de manera deliberada le concedí tan estratégica ubicación, justo al lado de la puerta, porque no todos los días (ni años) se reciben flores, y el recordatorio de que alguien te quiere nunca está de más.

Pero la he leído tantas veces que he llegado a pensar si uno quiere a los otros en función de uno mismo, lo que recibimos u obtenemos de ellos, o si de verdad los queremos por ser cómo son.

Piensen en un vaso. Lo quiero porque en él deposito agua para satisfacer mi sed, y por ende, en el momento en que el vaso ya no sirva ni lo necesite, la lógica indicaría que ya no lo voy a querer. O puedo querer un vaso por su diseño, su forma, su originalidad, qué sé yo. La analogía del vaso se queda corta, pero la idea está ahí. 

¿Te quiero por ti o por lo que de ti obtengo emocionalmente? ¿Me quieren por mí misma o por lo que doy a los demás? Que a veces lo que damos es por ser como somos, pero que no es lo mismo que ser reducido a una transacción.

Piénselo.

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