¿Ir o no en tour? En los prealpes suizos fue la mejor opción

Castillo de Gruyères


Cuando tomé la decisión de ir a Ginebra, mi mamá se dio a la tarea de ser mi guía turística. Una de las cosas en que más insistió fue en que tomara el mismo tour que ella hizo a Gruyères. Para ella, tenía que ser exactamente el mismo. Ni una actividad más ni una menos. Para asegurarse de que fuera así, se encargó de buscar en internet a la operadora con la que ella había hecho el tour y me lo ofreció como un regalo de cumpleaños adelantado. Soy tacaña y mi mamá lo sabe.

Inexperta en tours, con la excepción de aquel que me llevó a los castillos en Rumania, traté de convencer a mi mamá de que debía haber una manera de hacerlo por mi cuenta y que fuera más barato. Comencé por investigar el tren panorámico Golden Pass pero mi búsqueda se frustró rápidamente cuando decidí que era demasiado complicado y que no valía la pena tomar el riesgo de terminar perdida en las tierras de Heidi y Pedro.

Me avergüenza decir que mis motivos para ver a los tours de menos no tenían mayor fundamento que absurdos clichés. "Los tours son cosa de señores mayores". "Los tours son para personas con más presupuesto que yo". "Los tours no permiten de verdad conocer un lugar". "Los tours son para turistas, no para viajeros". Pero en los prealpes suizos, ir o no en tour no era la cuestión, sino la mejor opción.

Gracias a Get Your Guide, uno de mis grandes hallazgos en este viaje, mi mamá pudo dar con Keytours, una agencia de viajes justo enfrente de la plaza Dorcière. Fue así que un domingo de mayo, mientras los suizos celebraban el día de la madre, yo me embarqué en una aventura de nueve horas con una treintena de personas, en su mayoría señores mayores de Estados Unidos o Canadá.

Nuestra guía era afable e informativa, recitando datos y dando instrucciones todo el camino. Desde mi ventana en el bus trataba de capturar todas las escenas, tan ajenas a mi realidad. El lago Léman, los viñedos de Vevey, los prealpes. Todo mientras también intentaba absorber la información que la guía nos compartía para hacer el recuento más fidedigno al momento de contar las anécdotas de ese día a alguien más. Datos quizás no relevantes, como que el lago Léman tiene forma de croissant o que a las vacas las llevan de vacaciones por cuatro meses.

Nuestra primera parada fue la fábrica de chocolates Maison Cailler en Broc, justo abajo de unas montañas de picos nevados. La chocolatería Cailler abrió sus puertas en 1898 y tiene un museo interactivo muy bien curado que no solo te cuenta la historia de la marca sino que te educa en el proceso de fabricación del chocolate. La mejor parte, claro está, es el cuarto de degustación en que puedes comer miniaturas de todas las líneas de productos Cailler. Ahí es fácil sentirse como Augustus Gloop de "Charlie y la fábrica de chocolate".

    

Kilómetros más adelante, nos detuvimos en una fábrica de quesos en Gruyères. Este queso es un producto de denominación de origen protegida, lo que (si entendí bien) significa que solo puede considerarse auténtico si en efecto ha sido producido en Gruyères. Aunque la exhibición de esta fábrica no tiene el nivel de la producción de parque temático de Disney que el museo de la Maison Cailler posee, cumple con su misión de dar a conocer las particularidades del queso gruyer y representa con orgullo cómo las prácticas ganaderas suizas resultan en una producción de leche y queso de calidad superior. Para muestra, la degustación de queso gruyer de distintos meses de añejamiento. El de nueve meses fue el que menos me gustó 😝

   

A este punto, la interacción con otros viajeros se había reducido a sonrisas corteses mientras esperábamos el bus, pero eso cambió un poco cuando llegamos al casco antiguo de Gruyères, otro lugar sacado de un cuento de hadas, con calles empedradas y una fuente al centro. Almorzaríamos ahí y luego tendríamos tiempo libre para explorar. Mi mamá había hecho mucho énfasis en el almuerzo: el tour incluye la experiencia de hacer tu propio fondue y un postre del que sigue hablando hasta la fecha: un merengue con crema.

  
Gruyères

Por ser un grupo grande en un día ocupado (recordemos que era el día de la madre), el fondue ya llegó preparado a la mesa. Sin embargo, nos dio tiempo para entablar conversación. En mi mesa estaban una pareja de mamá e hija que venían de Canadá. La hija estaba en Ginebra por trabajo y su mamá la acompañaba antes de separarse y seguir viajando por otras ciudades de Europa. El resto de personas en la mesa, en su mayoría mujeres, estaban viajando solas, ya sea por trabajo o por placer. Cuando fue mi turno de contar mi historia, les pareció simpático que estuviera siguiendo el rastro de mi mamá y sus viajes.

En ese momento me pregunté cómo sería tener un trabajo glamoroso que me lleve a una conferencia en Suiza. Me había pasado algo similar cuando el día anterior en el camino de Ginebra a Annecy escuché toda la conversación entre dos mujeres jóvenes que se habían reunido ahí por primera vez, aunque se conocían por el mundo académico de los papers y las fellowships en un tema que para mí sonaba tan incomprensible como física cuántica. No dejan de sorprenderme las vidas de otros.

 
El famoso fondue (con mi compañera de Tasmania de fondo)

La comensal que más llamó mi atención era una señora tímida pero de sonrisa gentil. En algún punto de la tarde, perdí la pena y terminé preguntándole más por su viaje. Venía de Tasmania y llevaba ya un tiempo visitando familia en Suiza. ¡Tasmania! Lo más cerca que he estado de Tasmania es el artículo que Jada Yuan escribió en su columna 52 Places el año pasado. Como yo, la siguiente parada de la australiana era Venecia. Sus planes incluían la Bienal de Arte. Pude verme en ella y desear con todo mi corazón que dentro de unos 30 años siga viajando igual.

En retrospectiva, éramos varias las mujeres viajando solas en ese tour, de distintas edades, nacionalidades y entornos, pero todas mujeres que viajan solas. Una de ellas incluso me sacó conversación en el bus y me dio tips para otras paradas de mi viaje. Si alguien me hubiera dicho una de las ventajas de los tours era la posibilidad de conocer personas interesantes, quizás no habría sido tan reacia desde un principio. Esto lo recordaría días después en Praga y en el tour a Linderhof y Neuschwanstein.

   

  

El resto del tiempo libre de la tarde lo ocupé para ir al castillo de Gruyères, un lugar de ensueño que me hizo sentir feliz de estar viva para presenciarlo y agradecerle a mi mamá por "obligarme" a hacerle caso. El castillo ofrece vistas impresionantes de las montañas Moléson y tenía un pequeño pero colorido jardín lleno de flores.

Igual de pintoresco fue el tren panorámico que tomamos de Montbovon a Montreux, donde finalizaba el tour. En una curva, una de mis acompañantes dijo exactamente lo que estaba pensando: era como estar en "The sound of music" y todo lo que faltaba era que Fraulein María apareciera cantando. No habría sido raro después de todo. Ese día había sido una de mis cosas favoritas, de esas que recordaré un día para no sentirme tan mal.

Foto real desde el tren

Yo


Otros tips y consideraciones prácticas acerca de los tours:
  • Get Your Guide me funcionó bastante bien, pero puede que no sea el caso para ustedes. Deben tomar en cuenta que ellos son un intermediario, pero no son tour operadores. Es necesario que revisen los comentarios y las calificaciones con cuidado, y que lean bien lo que está incluido en el precio y lo que no.
  • Los guías son una lotería. Mi guía en Suiza fue encantadora, la de Praga fue graciosa y el de los castillos en Baviera... solo digamos que no era tan amigable, lo cual entiendo que puede ser una cuestión cultural y un tema de personalidades, pero uno pasa horas con estas personas. Lo importante es tener la mente abierta y adaptarse. Uno los necesita a ellos y ellos solo están haciendo su trabajo.
  • Igual de importante es ser respetuoso del tiempo de los demás. No sean la pareja mexicana a quienes casi dejamos en Gruyères para no perder el tren y cuando llegaron al bus resultó que se habían ido de compras. 
  • Sí. Los tours no son la opción más barata. Pero tienen que pensar qué es lo que están pagando. Yo no creo que podría haber hecho todas las cosas que hice ese domingo por mi cuenta. Ni creo que habría tenido la confianza para llegar a Neuschwanstein usando el transporte público. A veces está bien pagar extra por nuestra comodidad.

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