Viena majestuosa

En mi experiencia, una sabe cuánto le ha gustado un lugar por cómo lo recomienda a otros viajeros. Viena es uno de esos lugares de los que no me canso de hablar y cada vez que empiezo con mi retahíla de recomendaciones, mis ganas de poder teletransportarme y aparecer por arte de magia en la capital de Austria solo aumentan. Aún cuando 48 horas apenas abundan para conocer un par de lugares (peor aún con frío y lluvia), estoy convencida de que Viena es una de las ciudades más majestuosas que he visitado.

  

Cuando el tiempo apremia, es necesario tomar decisiones. De todas las formas de experimentar Viena, yo elegí conocer un poco del mundo de los Habsburgo, la familia que estuvo al frente del Sacro Imperio Románico Germánico.

La vida imperial

El Hofburg

El Palacio Hofburg era la residencia oficial de invierno de los Habsburgo, sede del Imperio y su centro administrativo. Hoy en día, se pueden visitar los apartamentos imperiales del Emperador Franz Joseph y la Emperatriz Elisabeth, a quien además le dedican el Museo de Sisi, cubriendo los detalles de su vida, desde su infancia en Baviera hasta su asesinato en Ginebra a manos de un anarquista. El boleto también incluye acceso a la exhibición de la colección de platería y la vajilla imperial, que a mí me resultó sumamente interesante.

¿No incluido en el boleto? El permiso de tomar fotografías en el interior más allá de la colección de la platería imperial, lo cual es entendible por aquello de la conservación, pero no deja de ser una pena porque a mí en lo personal me gusta tomar fotos para poder compartir la experiencia con mi familia 😔 Esta medida también está en pie en el Palacio Schönbrunn y en Múnich, Alemania en el Linderhof y en el castillo de Neuschwanstein.

  

  
Parte de la platería y vajilla imperial


Si me dieran a elegir entre el Hofburg y Schönbrunn, el palacio veraniego de los Habsburgos, elegiría Schönbrunn sin pensarlo dos veces. La atracción principal de este complejo de más de 186 hectáreas es el palacio con exterior neoclásico, remodelado en el estilo rococó en  tiempos de la emperatriz María Teresa (mamá de María Antonieta - sí, la reina de Francia). Mi recuerdo más curioso es la pareja de turistas que improvisó un cortísimo vals en el salón de baile. Aunque no se compara con la Galería de los Espejos de Versalles en Francia, es un digno competidor. Para un vistazo, les recomiendo este video de Rick Steves.

El palacio visto desde uno de los jardines al costado

Si visitan Schönbrunn, lo más recomendable es que inviertan en el pase clásico que incluye el tour completo del palacio con audioguía y acceso a los jardines y la glorieta, desde donde se aprecia una vista espectacular. Tip práctico: para llegar a la glorieta, si no desean caminar, pueden tomar el trencito que hace múltiples paradas, incluida la del zoológico. Si bien la experiencia de Schönbrunn no es nada económica, si su intención es conocer un poco más el estilo de vida de la corte imperial y simplemente maravillarse viendo cosas bonitas, la visita no puede faltar en su itinerario - solo asegúrense de apartar al menos cuatro horas para hacerlo.

 

  
Arriba, de izq. a der. Vista del palacio desde la glorieta. Abajo: La glorieta y uno de los jardines.

La belleza interior es la que cuenta

No me malinterpreten pero, si bien las fachadas de los edificios en Viena son impresionantes, nada se compara con la belleza al interior. Para muestra, el café del Museo de Historia del Arte, que confieso fue el verdadero motivo por el que visité el museo. Hay algo especial en los museos cuyos edificios rivalizan con las obras de arte que resguardan 😍

Otro lugar precioso es la iglesia católica de San Pedro, que en mi opinión es mucho más bonita que la catedral de San Esteban. Para mi buena suerte, pude regresar a la iglesia de San Pedro a la hora de un breve concierto gratuito de órgano que incluyó las cuatro estaciones de Vivaldi y Tocata y fuga de Bach. Quién diría que tengo gustos tan barrocos.

 
Izq. Interior de la iglesia de San Pedro. Der. Café del Museo de Historia del Arte


Creo que esta Viena clásica es para un gusto bien particular. Me duele un poco admitirlo, pero viendo en retrospectiva mi viaje a Viena fue tan... de señora. Es curioso como, por más que querramos vernos a nosotros mismos como turistas de mente abierta o que buscan experimentar el mundo tal como es, nuestros viajes terminan siendo un reflejo de nuestra personalidad. Lo que nos emociona, nos hace felices, nos llena de ilusión, lo que nos parece interesante, curioso, atractivo, digno de nuestro tiempo y dinero... las experiencias que elegimos en nuestros viajes son lo que somos.

Nunca piensen que tienen que justificar ante alguien lo que deciden hacer en su viaje. Si a ellos les parece aburrido o bobo, el problema es de ellos. Al fin y al cabo, cada viaje que hacemos es un recuerdo que guardamos para nosotros mismos y para nadie más. ¿Y acaso no es bonito volver a examinar recuerdos de momentos en que fuimos felices?

Hasta la próxima, Austria.


Ficha técnica
Fechas: 15 y 16 de mayo de 2019.
Entrada / Salida: Flixbus proveniente de Venecia y Flixbus hacia Budapest, Hungría
Alojamiento: Airbnb
Lo que más me gustó: Schönbrunn, el schnitzel y Ottakringer
Siempre recordaré: El segundo intento fallido por ver una ópera, compensado por una porción de Sacher torte
Aprendí a: Acicalarme en el baño de una estación de tren después de haber viajado toda la noche y dejar la maleta en un locker porque la hora del check-in era hasta la tarde-noche. Si eso no es salir de la zona de comfort, no sé qué será.

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