Del transporte público y la zona de comfort

En mi casa no tuvimos carro por más de 21 años, así que no soy ajena al transporte público. Es más, fui cliente frecuente de las rutas 101 por la mayoría de mi carrera universitaria. Eso me da algo de experiencia 😂 Y aunque tengo el privilegio de mi propio vehículo, cuando se trata de viajar, creo que hay una parte de mí que se emociona con la idea de andar en transporte público porque, seamos honestos, no podemos comparar los sistemas de transporte público de los países de Europa o de ciudades de Estados Unidos con el nuestro. Incluso el metro en Ciudad de México es cómodo cuando los carros van vacíos.

De buses

El viaje de 2019 en particular fue un experimento para expandir mi zona de comfort, empezando por el itinerario lunático en que no pasaba más de dos días en cada ciudad. Para mantener los costos bajos, decidí viajar en bus entre una ciudad y otra, tomando como referencia mi buena experiencia con Ouibus en el 2016 para moverme de París a Bruselas y de Bruselas a Ámsterdam. Solo hay un pequeño detalle: no es lo mismo viajar en bus una mañana o una tarde, a literalmente dormir en un bus que hace varias paradas por 9 horas o más.

Mi cómplice fue Flixbus, una línea que ofrece viajes baratos por Europa (habrá que ver qué pasa después del COVID-19). Así fui toda una noche de Ginebra, Suiza, a Verona, Italia (haciendo paradas en Turín y Milán). Nada te hace cuestionar tus decisiones como que el bus te deje a cuadras de la estación a las 6 a.m. Luego de Verona a Venecia, donde el bus te deja en el Tronchetto. De ahí, salí de Venecia a medianoche (donde casi pierdo el bus por calcular mal el tiempo que me tomaría llegar a la parada), para amanecer en Viena e hice un par de trayectos más cortos de Viena a Budapest y de Praga a Berlín.

¿Vale la pena? Si se atreven, sí. Hubo boletos que me costaron unos $12 (sale más caro ir de San Salvador a Ciudad de Guatemala en buses similares). Si consideramos el tiempo que se pierde trasladándose al aeropuerto y las dos horas de anticipación con las que hay que llegar como mínimo para hacer check-in y pasar los controles de seguridad, da lo mismo ir cuatro horas en bus, que pagar 10 veces más por un vuelo, aún si es en una aerolínea de bajo costo (en este viaje probé Ryanair... una experiencia que no sé si repetiría). En el caso de los buses nocturnos, es una noche menos que hay que pagar de Airbnb.

Veredicto sobre viajar en bus por Europa: Delen una oportunidad y prueben si es para ustedes.

De metros, tranvías y trenes

Saber andar en metro es una habilidad de vida sumamente práctica. Saber leer un mapa, saber ubicarse en una estación, ir pendiente de las paradas. Nada me sube más el ánimo que sobrevivir a un nuevo sistema de metro desde que le perdí el miedo en mi primer viaje a Nueva York en el 2011. Y así he ido: París, Bruselas, Londres, Madrid, Chicago, etc. Luego están los tranvías, que tienen su propio nivel de dificultad (uno creería que son más fáciles, pero por algún motivo yo los encuentro más confusos). Mi primera experiencia fue en Ámsterdam. En Estambul y en Ginebra fueron una maravilla, pero en Viena fue un dolor de cabeza al principio.

Pero los trenes... hay algo de los trenes que se me hace tan difícil de entender. No es el tren en sí, si esos van del punto A al punto B. Son los sistemas o sitios web para comprar los boletos los que me confunden. Antes de este viaje había usado el Long Island Railroad, usé el Amtrak para ir de Washington D.C. a Nueva York porque según yo sería panorámico, usé trenes de alta velocidad en Italia para ir de Florencia a Roma en viaje del día, y en Madrid para ir a Toledo y a Sevilla (cómo olvidarlo).

La estación central de Berlín

Sin embargo, nada me ha desafiado tanto como los trenes o bahn en Alemania. Para comenzar, la estación de Berlín es gigante. GIGANTE. En mi nuevo modo ranger tomé la decisión de dejar mi maleta guardada en un locker en la estación y recogerla hasta el día siguiente que salía en tren a Múnich. No podía andar con una maleta por todo Berlín para ir a los museos. El locker era la idea más lógica. Así solo iba a cargar una mochila con lo esencial. Ranger.

El problema fue cuando recibí un correo que decía que mi tren se había reprogramado y nunca entendí en el sistema la nueva hora a la que se referían. El otro problema fue que la estación era tan grande que ya no me acordaba exactamente en cuál de todos los pisos había dejado la maleta. Para cuando recuperé la maleta, por más que me paraba frente a los monitores a tratar de descifrar a qué plataforma tenía que dirigirme, no lo entendí. Simplemente no lo entendí. En todo lo que hice fila en atención al cliente, ya había perdido el tren. Por pura suerte me cambiaron el boleto para otro tren a Múnich, que hacía primero parada en Leipzig sin ningún costo adicional. Al menos el anochecer fue bonito.



Veredicto sobre viajar en tren en Europa: Ganen algo de experiencia en los metros y tranvías primero.

De Uber y Lyft

Ya les he dicho que no soy fan de los taxis (aunque solo en Budapest no me fue tan bien). Creo que esto influyó en que no me subiera a la moda de Uber y Lyft hasta que fue estrictamente indispensable (también hay que tomar en cuenta que casi nunca viajo con datos móviles). En Bucarest solo me movía en Uber. En Los Ángeles conocí Lyft, que es más barato que Uber, aunque si tomamos en cuenta las distancias en Estados Unidos eso de "barato" se vuelve relativo (una alternativa para hacerlo más barato es compartirlo con otros pasajeros y de repente se pueden llevar algún susto). 

Si no contamos la vez que el del Uber me dejó con toda mi ropa sucia a media calle en Bucarest porque no hallamos la lavandería y él no hablaba inglés y yo no hablaba rumano,  nunca he tenido una mala experiencia. Pero de todos los choferes que he conocido a través de estos servicios, el que espero nunca olvidar es a Walter, un señor ya mayor en Houston que me llevó desde el Space Center hasta un centro comercial porque quería ir a Sephora (así de basic soy y admitámoslo, Houston también es basic).

Después del susto inicial en que pensé que esa era la última vez que me subiría a un carro en toda mi vida cuando Walter hizo una parada en una gasolinera para ir al ATM, Walter resultó ser una de las personas más interesantes que he conocido. En medio de un tráfico casi insoportable me contó acerca de su trabajo y los países en que había vivido antes de regresar a Estados Unidos a jubilarse. Yo le conté sobre Bucarest y él recordó su experiencias viajando en los tiempos de la Guerra Fría. Walter me dijo que uno de los mejores días de su vida había sido cuando él y su esposa caminaron por todo París. Yo me despedí de él y le agradecí nuestra conversación. Deberían haber más personas como Walter ❤️.

Veredicto sobre los servicios tipo rideshare: Nunca está de más tener las apps descargadas y configuradas correctamente en su teléfono cuando viajan.

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