Doce campanadas

Din-don-din

Me bajé de la Torre y mi tía me preguntó: "¿Y contaste las gradas Ale? ". Con la cara pálida y el estómago revuelto, pero sobre todo avergonzada porque de la prisa (¿o sería alguna emoción oculta?) ni siquiera se me cruzó por la mente contar las mentadas gradas (y que eran un montón, sino no me habría mareado de subir tanta escalera de caracol), le respondí: "Ah, no se me ocurrió, pero se ve bien bonito desde allá arriba".

Pagué un dólar por encaramarme en la mentada Torre de San Vicente de Austria y Lorenzana -decir el nombre completo me causa algo de gracia, quizá por lo pomposo- y ¡no se me ocurrió contar las gradas! Hasta podría asegurar que una vez llegué al sexto piso y sentí desde las alturas como que se había movido todo el Valle de Jiboa, no se me ocurrió nada más que bajarme.

Pero todo valió la pena cuando el nuevo reloj marcó la hora: doce campanadas de un sonido dulce que mis oídos nunca habían escuchado antes, mucho menos sentada tranquilamente en la banca de un parque. El repique de las 9 p.m. se hizo acompañar de un villancico: "Noche de Paz" (a las 5 p.m. sonó "El niño del tambor"), que se perdió en la algarabía de un pueblo que esperaba con ansías las carrozas y la alborada de sus noches de Fiestas Patronales, de la noche de la Farsa y no sé qué tanto más.

Alejándome del centro de la ciudad que hace apenas un par de meses vio cómo la lluvia deslavaba a sus seres queridos y los despojaba de sus hogares, no podía dejar de pensar a quién se le habrá ocurrido poner la giralda blanca en medio del parque de un pueblo más en un país tan pequeñito como el nuestro.

Cómo dista el humanamente cálido San Vicente del gélido San Salvador, donde no podemos darnos el lujo de ir a sentarnos a un parque público sin sentir miedo por nuestra seguridad.


Empiezo a creer que la pequeñez geográfica de El Salvador es engañosa y no nos permite ver la grandeza de sus lugares.

PD. Vaya don Guayo y doña Cosita, esta entrada era para ustedes amigos vicentinos.

Comentarios

  1. "Me llega", como quisiera ya haber escuchado aunque solo fuera unas 5 campanadas y aunque tambien "Me diera la pâlida" con revoltijos de estómago, haberme encaramado a nuestra remozada Torre Vicentina. De penitencia por no haber contado las mentadas gradas, de nuevo a encaramarse y contarlas aún a riesgo de revolvida de tripas, Saludos y agradecidos. "los Kositas"

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