Cerrando capítulos

*** Este post tiene un mes de estar guardado en el último cajón del blog como un borrador. Espero le pueda seguir el hilo a este enredo de fechas y sucesos, en que "anoche" es hace un mes y "mañana" es hoy. ***

Anoche, por primera vez en casi un mes, dormí bien. Dormí con ganas, con tantas que no tuve necesidad de dar vueltas en la cama, ni me detuve a pensar en los "pero, ¿y sí?". Solo dormí, confiando en que ya tenía una respuesta -más o menos- definitiva y que todo lo que resta es tomar decisiones, por difíciles que sean.

El camino a una respuesta ha sido largo, aunque relativamente corto, y ha sido tortuoso, aunque relativamente fácil; todo para saber si lo malo era solo malo o si era peor (a mí no me vengan con cuentos, podrá decir "benigno" pero eso no lo hace bueno). Y emocionalmente, no me cabe duda, ha sido difícil sobre todo por la angustia que genera la misma espera.

De un dolor de garganta y tos, pasé a tener un bulto y de un bulto, pasé a tener un quiste en la tiroides. Todo en razón de una semana.

Cuando veo para atrás, coincido con el doctor que inició una referencia con la frase "hallazgo incidental", y pienso que al fin me sirvió de algo quejarme e insistir en que mi mamá examinara mis supuestas amígdalas inflamadas. También pienso en cómo en la primera ida al doctor, hallamos cerrada la clínica del internista y nos topamos en el pasillo por pura casualidad con una endocrinóloga que me dio la referencia para el HNR.

Así me convertí un viernes en el archivo 27 mil 963 del 2010. Dos horas para pasar consulta, una hora para esperar la cita y dos más para hacer las otras citas para los exámenes. Sí, sumó bien: 5 horas solo para salir con los pies adoloridos y un puñado de papeles. Pero verá usted, muy pocas personas en El Salvador andan con $500 dólares que les sobren en el bolsillo para hacerse tan solo un examen y obviamente yo no soy una de ellas, así que no tuve de otra que armarme de paciencia.

Muchas cosas se podrán decir de los hospitales públicos, pero la realidad es que me atendieron y por ningún lado vi que se le negara la atención a alguien. No me malinterprete, a ese hospital lo que más le abundan son las carencias y ojalá existiera un José Rosales en el siglo XXI que le dejara su fortuna al Estado para hacerle un par de muy merecidas mejoras al hospital. Como se suele decir acerca de muchas cosas en este país: se hace lo que se puede.

[...] En lo que muchos me han dicho que fue tiempo récord, el examen millonario me lo programaron para el lunes siguiente. Yo que pensé que las enfermedades de tiroides eran algún tipo de club exclusivo en que pocos ingresábamos, pero para mi sorpresa me voy encontrando con al menos una docena de mujeres que estábamos en el servicio de MN por lo mismo. Ahí se fue mi estatus de enferma VIP.

Incomprensible por qué la secretaría dice "Venga a las 7" si el doctor llega a las 11. A todo eso habían pasado 4 horas de espera y no había pasado consulta. En fila, aguardando por la revisión médica, empecé a toparme con preguntas como "¿Usted por qué viene?", "¿Ya la operaron?" y otras tantos relatos de síntomas, males, dolamas e historiales clínicos que hacen inevitable no ponerse a pensar si una estará tan jodida como la de la par.

Ese doctor tardista sin nombre, el de la oficina polvosa con el rótulo de "Dirección", fue el tercero en tratar de estrangularme examinarme*, pero el primero en hacer un dibujito tan descriptivo con unos "??" que no tranquilizan a ningún paciente. Perdí toda la mañana para que me dijeran "Venga mañana".

*A falta de mejor descripción, he de decirle que el examen de tiroides es como que alguien trate de estrangularlo por detrás.

[...] Martes. Regresé por otro pinchón y a esperar por las instrucciones del mero examen en el cuarto de los cacharros viejos con las demás pacientes. ¿De verdad será más eficiente el manejo del tiempo si lo atienden a uno en "cuchada"? No lo sé. Una charla rápida acerca de las cosas que no sentiríamos al bebernos la toma de yodo radioactivo, y ya todas en fila en otro cuartito que me recordó al laboratorio del colegio, con tantos beakers y tubos de ensayo. Un "Tómeselo" y otro "Venga mañana".

Pero antes de que fuera mañana tenía que ir al otro hospital, adonde a falta de cupo para hacer una cita me dijeron que podía ir a esperar para ver si me podían hacer la ultra. No se equivocaron en eso de "esperar". Dos horas y numerosas revistas después -incluyendo una novela completa de Corín Tellado-, al fin me pasaron con el doctor. Sería por la inclinación del cuello o la posición en la que estaba acostada, pero no vi nada. Solo escuché decir "Es un quiste" y eso me bastó. Ya tenía nombre y no era "masa desconocida".

[...] Llegó mañana. Día del examen. Estamos casi las mismas mujeres en el cuarto de los cacharros viejos. Nos formamos en las banquitas de afuera en el orden que nos dijo el encargado ayer. Ha de ser importante eso del orden porque no se cansó de repetirlo. ¿Habrá necesidad de que nos hable como que somos dundas? Unas necesitan más explicación que otras, pero él necesita aún más que alguien le enseñe cómo explicar para que todas le entiendan. Van una por una entrando al cuarto donde está la máquina del dichoso examen. Todas las que iban antes de mí salen contando historias diferentes, a cual más exagerada.

Ya es mi turno. Me acuesto en la camilla. No sé cómo este hombre espera que no trague saliva durante los 10 ó 15 minutos que dura el examen. Creo que es humanamente imposible pero tengo que quedarme quieta o si no, de nada servirá. ¿Ya habrán pasado los 10 minutos? El tiempo se siente eterno y yo empiezo a sentirme mareada. El tipo se acerca pero no creo que sea buena señal. Algo tuvo que haber visto para que decidiera venir a examinarme. "¿Te duele aquí hija?", pregunta. "¡Cómo no me va a doler si me está apretando fuerte, tarado?", pienso, pero callo. Salgo.

Otra espera en el cuarto de los cacharros -al menos las historias de hoy están más interesantes-, y me pasan al otro examen. En este te sientan y te apuntan con algo que parece un rayo para dividirte en un millón y medio de partículas. Eso me imagino cuando me dicen "Medicina nuclear". ¿Está raro el nombre, verdad?

Nos están llamando de nuevo. A unas les dijeron de un solo que se fueran. Solo a otra y a mí nos pidieron que esperáramos. El técnico de la trencita le hace señas a otro engabachado. Me sienta de espaldas y me dice que me tiene examinar. "Esta es la que le dije, doctor", le murmura. El otro me palpa. "Sí, sí, ahí está". ¿El qué está ahí? ¿No me piensa decir? Parece que no. Cuando le pregunto por los resultados me dice que cuando pase consulta me los van a dar. Pero para eso faltan dos semanas. Otra vez a esperar.

[...] Ya pasaron dos semanas. Me tardé más en esperar que en pasar consulta. Salgo con otro puñado de papeles. Son órdenes para unos exámenes que no me pude hacer. Esta vez ni siquiera me molesto en ir a preguntar, porque ya sé la respuesta más habitual en este hospital: no hay cupo. Tendremos que buscar por nuestra cuenta adónde ir por este. Suena tan fácil: me van a meter una aguja fina en la garganta para aspirarme el líquido y hacerle la biopsia. Tengo miedo, pero no tengo otra opción.

[...] Es jueves por la mañana. Paso al consultorio de la doctora que me pinchará y mis ojos no saben adónde dirigirse, si a los querubines, los budas o a la fuente zen. Pone música de relajación para completar el ambiente, pero el sonido de los oms y los ums solo consigue estresarme. Me acuesto, como siempre estirando el cuello lo más que sea posible, tal cual jirafa.

Me pasa el USG, me limpia con yodo, me pone una "anestesia" que no ha de ser sino placebo untable, porque siento, siento la aguja y el jalón, y el aguijón que va saliendo. "Esto anaranjado son sus células, mire", y agrega "Es más de un centímetro de líquido el que le sacamos". "Ah, ¿de veras? Si no me dice no me doy cuenta", pienso pero me abstengo. Esta mujer tiene agujas y sabe dónde clavarlas.

Pensé que lloraría, pero no. De algún lado he sacado alguna suerte de estoicismo. Aparento estar normal pero dentro de mi cabeza se libra un debate entre la calma y el pánico, con una fuerte dosis de melodrama. ¿Cuánto tiempo se tardarán en dar un resultado, un diagnóstico? Realmente tengo que dejar de ver programas médicos. No más Dr. House para mí.

Ya termina el día y suena un teléfono. Mi mamá contesta y después de un par de pausas, la voz se le emociona. La biopsia dice que no hay malignidad. Hoy puedo dormir tranquila después de casi un mes. Dormir bien y con ganas.

[...] Una semana después estábamos en el consultorio del cirujano. No me pregunte cómo llegamos a esos extremos, yo asumí que me iban a dar algún tipo de pastilla mágica y el tumor desaparecería o se reduciría, pero aparentemente ver Grey's Anatomy no equivale a tener un título de cirugía colgado en la pared.

Escuchando todos los argumentos del doctor, no me quedó de otra más que darle la razón: hay una parte de mi cuerpo que no funciona como debería y lo mejor es removerla antes de que se convierta en un problema. Me tienen que extirpar la mitad de la tiroides y luego una medicina hará su trabajo, regulando mil y una funciones de mi cuerpo. Pero ya de eso me preocuparé después.

[...] ¿Que si tengo miedo? Sí. Solo eso explica que aún no me haya ido a dormir, sabiendo que en menos de 6 horas tengo que estar en el hospital. Pero trato de no tenerlo, sabe. Miles de personas pasan por esto todos los días, lo que pasa es que nunca se me ocurrió que podría ser a mí a quien le ocurriera.

Pensé y repensé por qué debería publicar esta entrada, considerando que no es mi estilo andarle contando mi vida a la gente que conozco -ya ni digamos a tanto perfecto desconocido-, pero en lugar de encontrar excusas, se me ocurrieron dos razones. La primera es que me estaba reteniendo, sentía que habiendo tantas cosas negativas no tenía nada bueno acerca de qué escribir. Esta es mi manera de superarlo, y en un nuevo post -espero-, dar borrón y cuenta nueva.

La segunda es que ¿qué tal que le esté pasando a usted algo similar? Si yo no hubiera insistido en que me dolía, no me habrían examinado y me habría tomado una o dos pastillas para enmascarar el dolor sin saber qué lo provocaba. En mi caso, es un tumor benigno y tiene una solución pasando por el quirófano. Si usted nota algo anormal en su cuerpo o en su estado de salud, pero le da miedo, pereza o vergüenza ir al médico, deje de buscar excusas y hágalo. Lo más que puede perder son horas en una sala de espera.

Hoy sí. Ya puedo seguir adelante.

PD. Si ve nubes, espántelas. Especialmente las bonitas y esponjosas.

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