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Mostrando entradas de noviembre, 2011

People watching

Si alguien me preguntara cuál es mi deporte favorito diría que es ver a la gente. No "ver". Observar. People watching. Las veo en todas partes, en distintas situaciones, personas de todos los tipos. Ellos no ven que yo los veo, y eso a veces hace que me pregunte si alguien en alguna parte me estará observando a mí. Buena parte de lo poco que sé sobre la vida lo sé por pura observación. ¿No debería ser de otra manera? ¿Algún enfoque más práctico?

Cierta edad

Uno sabe que ha llegado a cierta edad cuando la música que era la sensación en tu adolescencia es considerada "música de adulto joven" y la empiezan a programar en estaciones que también ponen música que tú sueles calificar como "vieja". ¿Britney Spears música de adulto contemporáneo? Habrase visto. Y claro, uno también sabe que ha llegado a cierta edad cuando los programas de radio que escuchas son "hablados" y cambias la radio en función de cuál entrevista o qué invitados son los más interesantes. Lo que no significa que dejes de ir saltando de radio en radio buscando música que sea de tu agrado… lo que cada vez es más difícil porque la música actual y tú no conectan del todo. Pequeños recordatorios del paso del tiempo que se encuentran en el dial. ¿Ya te ha pasado? ¿Qué estás pensando?

Sobre el dichoso Black Friday

Por años, el cuarto viernes de noviembre ha sido "negro" en Estados Unidos. Negro para cualquier cosa menos para el consumo, digo. Una parte de mí no entiende por qué tantas personas se sorprenden de que, como los mismos productos que se venden en oferta este día, algunos comercios hayan importado al país el dichoso "black Friday". Al final de cuentas no es un día festivo, a diferencia del mentado Thanksgiving. Lejos de repetir lo que seguramente muchos ya han apuntado acerca de la transculturización y alienación, me limitaré a decir: ¿Acaso no se ha fijado que la mayoría de festividades son ya solo una excusa para el consumo? Día de la madre, padre, la amistad, el maestro, navidad… día de lo quiera, siempre "tenemos que" comprar un regalo, enviar una tarjeta, salir a comer o lo que sea. Antes de andar señalando a los "agringados", "alienados", "igualados" y más, mejor reflexionemos sobre el consumismo exacerbado que

Abuelas cibernéticas

Tienen cuentas de banca electrónica, Facebook, Skype pero Twitter no, porque ese no saben como se usa. Si no las hubiera tenido frente a mí probablemente pensaría que son criaturas mitológicas, imaginadas. Eran un par de amigas septuagenarias que se habían reencontrado después de muchos años vía Facebook y que luego empezaron a hablar por Skype. ¡Facebook! Mi mamá solo tiene 56 años, abrió su Facebook y eliminó su cuenta meses más tarde porque no sabía cómo usarlo. El Skype se lo tuve que instalar yo. Lo mismo con Twitter: le creé una cuenta para que siga usuarios de noticias y similares, pero hasta la fecha solo ha publicado un tweet (y pobre, no le expliqué bien que si nadie la sigue, nadie lee lo que escribe. Mea culpa). ¡Chatean! Mi abuela tiene apenas 8 años más que una de ellas y hasta le cuesta usar el teléfono inalámbrico [cuenta la leyenda que una vez confundió el control remoto de la TV con el teléfono y le dio reverenda bandeada porque no daba tono]. Hemos pensado comprarl

¿Se puede convertir cualquier canción al género salsa?

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Siempre me he preguntado por qué algunos cantantes tienen la manía de convertir cualquier canción en versión salsa. ¿Se han fijado? Justo cuando pensé que lo había escuchado todo, sonó en la radio 'Let it be' versión salsa. No lo tomen a mal, no tengo nada en contra de la salsa, excepto el hecho de que la mayoría de las letras de las canciones son de rompimientos, engaños y desilusiones, un contraste con lo "alegre" de la música. Marc Anthony ha hecho una carrera de ello. "¿Ahora quién, si no soy yo?", "Se me sigue olvidando que no estás", "Yo trato, trato, trato pero no te olvido"... ¿ves mi punto? Solo me parece bizarro que tomen casi cualquier canción y la quieran convertir automáticamente en versión salsa. Ahora, esta es mi canción favorita de salsa:

Universidad

En el marco del Día Internacional de la Tolerancia se me venía a la mente cómo históricamente en El Salvador hemos sido intolerantes a la diversidad. Somos, en alguna medida, intolerantes al que vota por uno u otro partido, al que profesa otra religión, a la diversidad sexual, al que le va al Barcelona o al Madrid (dependiendo del caso), al Alianza o al FAS (también dependiendo del caso), y si no fuera porque el General Maximiliano Hernández Martínez expulsó del territorio nacional a las personas de color y casi aniquiló por completo a la población indígena en algún momento de la década de los 1930, también seríamos intolerantes a ellos. Para muestra, si estuviéramos manejando en las calles de San Salvador, a esta entrada ya le habrían pitado la vieja. A todas luces, este es el país de la universidad y la única tolerancia que se traga es la de la lactosa. ¿Tú qué estás pensando?

Salir a las calles de San Salvador

Cada día compruebo que El Salvador es un país demasiado chiquito y, de ribete, con demasiados carros circulando por sus calles. Seguramente este no es el único país en que las principales arterias se congestionan tanto o más que las de un consumidor asiduo a la comida chatarra al borde de un infarto, pero sí tiene que ser de los pocos países en que, después de haber pasado hasta una hora metido en una gran trabazón, te das cuenta que no tenía razón, motivo ni circunstancia. No había choque, ni carro quedado, ni semáforo arruinado, ni asesinato o asalto (que en este país pasa). El tráfico es solo porque sí. En verdad quiere ganas (y suficiente gasolina) salir a las calles de San Salvador en horas pico y las trabazones (en bus o en carro) solo te sirven para pensar la diferencia que haría tener un sistema de transporte público más efectivo. Si bien el tráfico también colapsa en grandes ciudades, al menos en otros lares tienen sistemas de trenes subterráneos, como Nueva York, o súper

¿Cuál es la gana de acabarse el mundo?

El mundo se va a acabar, el mundo se va a acabar. Si un día me has de querer, te debes apresurar... 11 del 11 del 11. Al mundo le tocaba acabarse hoy, ¿a que no? ¿O era el 21 de mayo? ¿O el 21 de diciembre del otro año? No entiendo cuál es la gana de acabarse el mundo, si podríamos estar empezando uno mejor. O en todo caso, estas personas que se desviven por atinarle a la fecha del fin del mundo, ¿qué esperan? Si el mundo en verdad se acabara no habría quién los felicitara después por haber acertado. Duh. Charlatanes. ¿Tú qué opinas acerca de las mil y una teorías del fin del mundo?  

Navidad adelantada

Bien podría ser la respuesta a una vieja entrada ( Si todavía no es navidad ), lo cierto es que la navidad se ha adelantado a mediados de octubre, ya sea por el cambio climático que retrasa a los zompopos de mayo y los vientos de octubre. De mi parte, creo que he encontrado la situación perfecta al deseo de los centros comerciales por hacer que la navidad les dure casi 3 meses. Fácil: una vez pasada la euforia del mes de la independencia de las donas al 2x1, lo que necesitamos es conseguirnos una festividad para octubre y otra para noviembre . De preferencia que no sea importada (léase: no me refiero a celebrar Halloween y Thanksgiving, aunque El Salvador sea el país en el que todos los días son de algo ). Inventémosla. ¿Qué se te ocurre?

Cambios

Los cambios siempre se te vienen encima porque te los mandan desde arriba.

Lee Julie & Julia

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Leí Julie and Julia los primeros días de mi incapacidad (fea palabra). Como suele pasar, el libro llegó a mis manos 2 años después de ver la película que, como muchas de Meryl Streep, terminó por gustarme. Recuerdo que cuando vi la película no tenía mayor idea de quién era Julia Child, así que la tomé por uno de tantos fenómenos de la cultura pop estadounidense. Cuando vimos su cocina en el Smithsonian comprobé mi teoría de la cultura pop y tomé a Julia Child por una de esas caras que se ven tanto en la televisión que terminan por ser parte de la familia. Algo así como la tía Julia. Eso tiene que significar Child para una generación de amas de casa, foodies y gourmands. Pero no es Julia Child la que llama la atención en el libro. La que realmente importa es Julie y la historia de su proyecto. Julie Powell era una secretaria para una agencia de gobierno que trabajaba en algo relacionado a la reconstrucción del World Trade Center en el 2002. Estaba casada, sin hijos pero con gatos,