Yo digo que es cierto. Esta fue la segunda navidad que estuve en la posición de dar regalos propiamente dichos, y con aún más suerte, porque pude alargar un poquito la lista. A mí me gusta regalar, todo el proceso, desde pensar qué le podrá gustar y servir a cada quien, hasta seleccionarlo, envolverlo, firmar la tarjeta y luego ponerlo en las manos del recipiente. Alguien me dijo que debería considerar si las personas a las que iban mis muestras de aprecio, harían lo mismo por mí. Creo que nunca he sido de los que dan esperando recibir, no porque me crea la Madre Teresa de Calcuta del siglo XXI, sino porque la manera en que yo actúo es independiente de lo que hagan o dejen de hacer los demás. Por algún lado leí que a las personas que son especiales en nuestras vidas, hay que hacérselos saber y notar. Un regalo, por simbólico que sea, es una forma de hacerlo. Una sonrisa, un abrazo y un "Gracias" me bastan, sobre todo considerando que este año le atiné bien a los gus