Incomunicadas

Sin línea ni tono, puros "bip", "bip"

Hace más de una semana se arruinó el teléfono de mi casa. Llovió, cayó un rayo por allá y el teléfono murió. Y con él, murió el internet y nos quedamos incomunicadas, con la excepción de los teléfonos celulares. Mi mamá fue al día siguiente a poner la queja a Claro, donde le dijeron que en 72 horas vendría un técnico a repararlo. Esas 72 horas se cumplían el viernes 5 de agosto. ¡Ajá! Sí, como no. "Claro" que vendrían en plena vacación.

Lo del internet lo pudimos solucionar conectándonos al wireless de mi tía que vive a la vuelta, quien fue tan amable de "regalarnos" un poquito. Lo del teléfono, obviamente a quien le urgía hallarnos nos encontraba en el celular. Contrario a lo que pudiera pensar, he de confesar que no extrañé el teléfono... para nada. Pasamos 10 días sin línea y todo fue paz y tranquilidad. Me gustó y ahora me hace falta.

Me encrespo al oír el ring y no soporto el parloteo de mi abuela que pareciera se está desquitando con esos días que pasó incomunicada y pasa prendida del teléfono llamándole a todas sus vejestorias amigas para preguntarles qué hicieron en vacación.

Quizá porque nadie me llama a mi casa, o porque mi celular apenas y suena en un día común y corriente, y para todo -trabajo principalmente-, mi vía de comunicación es (el 99% de las veces) el correo o cualquier red social, pero para mí esta experiencia me demostró que hay aparatejos a los que estamos esclavizados y que resultan no ser imprescindibles ni vitales a la hora de darse un tiempito de vacación.

Qué rico desaparecer un par de días. O al menos estar "fuera de servicio".

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