Una noche en el teatro en cuatro actos

Primer Acto

Bajo a desayunar y que en la televisión anuncia uno de los conductores de una revista matutina que estarán regalando entradas para el ballet ruso. Publico el siguiente tweet:

No se escandalice. Yo sé que miles de salvadoreños ven ese tipo de programas todos los días, que la mayoría es del sector popular y que espectáculos como el ballet no los han alcanzado por infinidad de motivos: la oferta es escasa y está principalmente centralizada en la capital, no hay políticas culturales que difundan masivamente este tipo de forma artística, que es un gusto que el público no ha tenido la oportunidad de adquirir porque no han sido introducidos a ese mundo, que a todas luces es para pocos, que no es su culpa, etcétera, etcétera y un millón de etcéteras más. Que al pueblo, pan y circo -aquí sí me va a disculpar porque esto es como el dilema de la gallina y el huevo. ¿Será que Bailando por un sueño y Quién quiere ser millonario rompen récords de rating porque eso pide la gente o porque solo eso le dan? 

Después publiqué otro tweet diciendo que si las entradas fueran un poquito más baratas no habría necesidad de regalar las entradas para llenar los asientos del teatro. Aquí tengo emociones encontradas. Hace dos años me agarró por asistir a este tipo de espectáculos, algunos "de choto", otros no tanto. En los 2 ó 3 conciertos de la Sinfónica a los que asistí, el Teatro Presidente lucía tristemente vacío, a lo sumo la mitad de los asientos estaban ocupados y en su mayoría era por señores de cierta edad y que se les notaba que eran de clase media para arriba (aunque siempre habemos parches, como yo)... pero la entrada era completamente gratis, no había excusa más que la hora y la ubicación que podían significar menos accesibilidad para algunos asistentes. "Entonces mi propuesta de que las entradas fueran más baratas no tiene fundamento válido, porque ni siendo gratis la gente asiste", pensé.

De todas maneras, volviendo con lo del precio, en esta ocasión las entradas costaban $25 y $35 respectivamente (más los $1.50 que te estafan los de la boletería, pero al fin y al cabo es comprensible). No me da pena decir que hice el esfuerzo extra por comprar la más cara, considerando que era una compañía de ballet rusa y que las obras (Bolero de Ravel y Carmen de Bizet) me llamaban mucho la atención, así que prácticamente no lo pensé dos veces. Sin embargo, por alguna razón, siento que me tengo que justificar: yo trabajo solo para mí y para mis gastos, no tengo hijos a los que esos $35 le habrían faltado solo por complacer mi gusto, y aún así lo consideré un lujo

Yo sé que $25 ó $35 dólares no son nada para las señoras fufurufas que uno se encuentra en el teatro, pero para gente común y corriente como yo sí lo son. Pensando estrictamente en los números, ¿no ganarían lo mismo o más si le bajaran al menos $5 al boleto ya que se incrementaría el volumen de ventas? Yo creo que sí, pero claro, no soy una experta. Supongo que eso de crear un "bono cultural" que consiste en que si compras entradas para ambas funciones te hacen un descuento de $20 lo hace mucho más accesible para todos (dije "todos", no "algunos").

Segundo Acto

El día del evento. Si hay algo que me gusta de ir al teatro, específicamente al ballet, es ver cómo conviven la high con la "nuay" (nótese que yo soy de la "nuay"). ¿Cómo se nota? Es fácil, por la ropa. Las señoras que viven de la Escalón para arriba llegan emperifolladas con sus perlas y sus peinados vaporosos, y los señores, de saco y corbata... y los otros, pues, llegamos normales. La actitud es otro indicador. Los fufurufos tienen un aire de connaiseur, ponen cara como si están en plena degustación de vinos y quesos, como queriendo verse sublimes... y los otros, pues, abrimos más los ojos y, en algunos casos, la quijada se nos cae hasta por los suelos. Quizá lo apreciamos más porque sabemos que no es una actividad de todos los días.

¿Pero cómo se nota que dinero no compra clase? Llego al teatro rondando las 7:15 p.m., me ubico en mi asiento, feliz de la vida porque ir el primer día a la boletería valió la pena, y me topo con que a tres asientos está una de esas jóvenes con complejo de Paris Hilton hablando de lo lindo por el celular sobre la mortalidad del cangrejo con un interlocutor que aparentemente se llamaba "maje" porque así iniciaba cada una de sus oraciones -en espanglish, por supuesto-. A mí no me molesta que la gente se ponga a hablar, lo que incomoda es que hay gente que no se da cuenta de que todos escuchamos sus conversaciones a un radio de 10 metros.

Por suerte, la Paris salvatrucha con su micro falda, sus botas hasta las rodillas y sus aretes estilo Miss Venezuela, no me lograron agriar la noche porque ya casi subiría el telón.

Tercer Acto

Se ubica enfrente de mí un grupo entre los cuales se encontraba una señora en silla de ruedas quien se quedó a un lado, en el pasillo. Personalmente no le hallé ningún problema, un señor dos filas más abajo estaba en las mismas y cuando fui a ver el patinaje sobre hielo vi a personas en circunstancias similares. Pero claro, una de las señoras que estaban en el siguiente bloque sí vio inconveniente porque "le tapaba", y así se aseguró de gritárselo (y si no estaba gritando, pues qué fuerte murmura). 

Una de las edecanes se acercó a preguntar si la señora se podía mover de su silla de ruedas y escuché perfectamente a su acompañante decirle que no. Pasaron diez minutos y la mujer prepotente volvió a insistir y otra edecán volvió a preguntar. La respuesta fue la misma, ¡y es que estaban en su derecho! Le estaban pidiendo que se fuera al pasillo de atrás (el área que parte el teatro en dos), solo porque esta mujer tenía una rabieta porque no podía ver. ¿Qué es lo que no veía? No sé, la función ni siquiera había comenzado.

Una vez las edecanes cayeron en la cuenta de que la señora no se podía mover al antojo de la otra mujer, ésta vino y siguió con su berrinche diciéndole a la persona que tenía atrás que porque ella no podía ver, la iba a tapar. Esto lo hizo con toda indiscreción, lo único que le faltó gritarle a la señora -de avanzada edad, por cierto- fue "Quítese que me estorba". Cuando apagaron las luces, como quien quiere terminar el pre-show, se levantó y vociferó "Ya me voy" (no llegó muy lejos porque cuando volví a ver, seguía ahí).

Esto, esto sí logró agriarme. ¿Cómo puede haber tanto irrespeto, incomprensión, intolerancia, IGNORANCIA? Espero que esa mujer jamás en su vida tenga que usar tan siquiera un par de muletas para que no aprenda en carne propia que vivimos en un país aún inaccesible para muchos. Este, este es el tipo de cosas que hace que la humanidad me asquee. 

Evidentemente el Teatro Presidente no se construyó en una época en que se pensara en las personas con discapacidades físicas. Tampoco se diseñó "tipo estadio", como las salas de los cines más modernos. Pero también es obvio que hay que saber respetar.

Eso por un lado, y por el otro, únicamente la sugerencia para la Secretaría de Cultura. ¿Adónde queda la inclusión? Yo sé que el evento era organizado por la Fundación Ballet El Salvador y que probablemente ellos habían contratado las edecanes, pero no cabe duda que si vamos a hablar de inclusión social los espacios públicos -en este caso, específicamente los culturales-, deben ser accesibles para todos.

Cuarto Acto

Comienza por el final. Me dirigía a la salida, pasadas las 10 de la noche, y un par de señoras iban comentando detalles a primera vista técnicos. Una decía que había asistido a la función de la noche anterior y que se notaba que tenían dos o hasta tres buenos bailarines pero solo una buena bailarina. ¿Qué le vio la señora en los pies o la postura a los demás? No sé. A mí me pareció precioso.

Para mi fortuna, aparentemente el miércoles el teatro había estado vacío (según los comentarios que escuché), por lo que decidieron presentar, además de Bolero y Carmen, una suite de Romeo y Julieta, por lo que, como diría mi mamá, "me las calé". Ya había visto esa obra con esta misma fundación de Alcira Alonso y Diana Aranda como Julieta -no sé si eso sirve de margen de comparación-, pero me pareció que los rusos bailaban muy bien. 

Desconozco si las compañías de ballet funcionan como los equipos de fútbol y si los bailarines que mandan a las giras internacionales son el equipo B (ese que en Inglaterra jugaría a lo sumo la Carling Cup), pero se me hizo notoria la diferencia entre esos que las señoras llamaron "no muy buenos" y los que yo había visto antes, que malos no son tampoco y ojo aquí, no estoy queriendo ser malinchista, solo hago una observación de lo que se podría lograr con los talentos potenciales que tenemos aquí (en todas las ramas artísticas) si ellos se pudieran dedicar en cuerpo, alma y en horario a su pasión y recibir por ello un salario digno, porque los artistas no viven del aire, ¿eh?

Sigo torpe para hallar adjetivos que describan bien la experiencia visual y auditiva que se vive en una noche en el teatro como la de ayer y sigo consciente de que aún soy bruta como para querer llevármela de experta en la materia. Bolero me pareció bello y Carmen aún más bello (tanto que quedé convidada a ir a ver la ópera en 3D al cine). Son de esas cosas que por ser hermosas en sí te llenan el alma. 

Intenté hallar videos de las coreografías que vi ayer, que según explicaron no son las clásicas, pero aparentemente en Rusia aún no descubren YouTube. En su defecto, les dejó un clip que encontré de Mikhail Baryshnikov en Les Sylphides (tengo entendido que él es uno de los mejores balletistas de todos los tiempos). Tal vez les nace la curiosidad por el ballet para googlearlo en sus tiempos libres.



Para mientras, espero que anoche se repita... pronto.

Comentarios

  1. pienso que cuando uno logra imaginarse estar en la historia de alguien mas, ese alguien mas tuvo exito, pero muy a pesar de lo que piense, sentite muy muy bien con vos misma porque evidencias que sos un ser humano que tiene la capacidad para transformar $35 en $35 millones de crecimiento personal. Excelente post Miss Ferguson!... (por Sir Alex) =D

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  2. Muchas gracias por su comentario :) No pensé que fuera capaz de transmitir a cabalidad mis experiencias por escrito, pero me alegra saber que se sintió como si hubiera estado sentado a la par mía en el teatro 503.

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