Qué bonita vecindad
¿Cuándo me puedo mudar a Wisteria Lane?
En aquella casa, la pelirroja maniática que le hace la competencia a Martha Stewart como el paladín de la moral, las buenas costumbres y la etiqueta. La que cuida meticulosamente su jardín, cocina y hornea todo el santo día, y hace que su familia pose para las fotos como si los acaban de sacar de un catálogo de ropa. Pero que a puerta cerrada enterró a su primer marido que frecuentaba prostitutas sadomasoquistas, quien fue envenenado por el farmaceuta loco que estaba obsesionado con ella a tal grado de tener una muñeca inflable que se le parecía. Detrás de las persianas, su hijo adolescente homosexual que huye de casa, lo cual la hunde en el alcoholismo, y su hija promiscua que queda embarazada y para ocultarlo decide mandarla a un convento y fingir que el niño es de ella y su nuevo esposo, cuya ex esposa fingió que él la había asesinado y cuya mamá mató a su ex amante para castigarlo por engañar a su ex esposa.
Enfrente, la ex modelo latina casada con el hombre latino de negocios, que se aprovechó de las hormonas revueltas del jardinero adolescente para satisfacer las necesidades que todo el dinero y los obsequios de su esposo no podían. La que vive obsesionada con sus vestidos de diseñador, sus joyas, su auto descapotable y que no conoce la palabra "trabajar". Tan materialista que al verse divorciada y sin ingresos no dudó en hacerle caso al guapo político de cabellera plateada que la quería para "esposa trofeo", pero que a los meses -después de que lo engañó con su ex-, se muere en el huracán que azotó la ciudad de Fairview. Y volvieron a quedar juntos los latinos, solo que él ciego y los dos pobres, con el agregado de las dos pequeñas no muy agraciadas que nacerían en los años subsiguientes.
En la otra esquina, la castaña odiosa de ojos llorones que no puede vivir sin tener un hombre a su lado y que no deja el resentimiento contra su primer ex esposo, que la engañó con una mujer más joven. Pronto cambia el objeto de su obsesión por el nuevo fontanero de la cuadra, quien secretamente está ahí para encontrar a la pareja que crió a su hijo, entregado por su mismísima madre drogadicta a la que luego ellos asesinaron "en defensa propia" e integraron su cadáver en la decoración del fondo de la piscina. Después de algunos hombres de por medio y la pérdida de la memoria de él después de que el nuevo marido de la pelirroja lo atropellara "accidentalmente", el fontanero y la codependiente llorona se casan y tienen un hijo, pero poco les dura la felicidad porque ella tenía que chocar con la mujer y la hija de un hombre que quedaría mentalmente inestable y sí, lo adivinaron, se mudaría ahí para encontrar a la persona que mató a su familia.
Dos casas más para allá, la rubia profesional que tenía todo un futuro por delante en el mundo de la publicidad, hasta que se convirtió en fábrica de parir bichos pelirrojos y una niña rubia, todos de nombre con inicial "P". Entre los celos profesionales de su esposo y la eterna crisis de la mediana edad de él -que lo lleva a renunciar y poner todos sus ahorros en una pizzeria que luego iría a la quiebra-; los berrinches y travesuras de sus hijos -que solo aumentan cuando llegan a la adolescencia-; la aparición de una hija extramarital -y tener que quedarse con ella después de que mataran a la mamá en un asalto al supermercado-; la lesión en la espalda del marido y el cáncer de ella -que hace que su mamá borracha se mude con ellos-; los guionistas no hallaban qué otra prueba ponerle a la pobre rubia, más que embarazarla de gemelos después de los 40, justo cuando retomaba su carrera.
En la casa del final del pasaje -y en la cama de todos-, la rubia de patas de gallo con botox y labios con silicona, que verdaderamente sigue un patrón de ir tras las sobras de las demás vecinas: desde el ex de la ojos llorones, el fontanero sin memoria, el latino recién divorciado y otro tanto más de hombres, hasta el rubio mentalmente inestable que se casa con ella solo por mudarse al vecindario y vengar la muerte de su esposa e hija. Ella, la otra pelirroja de oscuro pasado de violencia intrafamiliar y la muerte accidental de su pequeña hija, la pareja gay, las hermanas chantajeadoras, la viejita que se pasaba de tragos y la otra viejita chambrosa son el trasfondo de los ires y venires de las esposas desesperadas.
Wisteria Lane: donde cada temporada se muda alguien con esqueletos en el clóset, en el sótano o en el ático. Y se muda alguien más para llevar más intriga -como si no la tuvieran de sobra-, o para develar misterios, sacar los trapos al sol o descubrir secretos hasta ese entonces muy bien guardados. Todo narrado con la voz de la esposa más desesperada: la que haló el gatillo en el primer episodio.
¡Igualito a los barrios, residenciales y suburbios de San Salvador! Ah, ¡mi colonia es tan aburrida!
Enfrente, la ex modelo latina casada con el hombre latino de negocios, que se aprovechó de las hormonas revueltas del jardinero adolescente para satisfacer las necesidades que todo el dinero y los obsequios de su esposo no podían. La que vive obsesionada con sus vestidos de diseñador, sus joyas, su auto descapotable y que no conoce la palabra "trabajar". Tan materialista que al verse divorciada y sin ingresos no dudó en hacerle caso al guapo político de cabellera plateada que la quería para "esposa trofeo", pero que a los meses -después de que lo engañó con su ex-, se muere en el huracán que azotó la ciudad de Fairview. Y volvieron a quedar juntos los latinos, solo que él ciego y los dos pobres, con el agregado de las dos pequeñas no muy agraciadas que nacerían en los años subsiguientes.
En la otra esquina, la castaña odiosa de ojos llorones que no puede vivir sin tener un hombre a su lado y que no deja el resentimiento contra su primer ex esposo, que la engañó con una mujer más joven. Pronto cambia el objeto de su obsesión por el nuevo fontanero de la cuadra, quien secretamente está ahí para encontrar a la pareja que crió a su hijo, entregado por su mismísima madre drogadicta a la que luego ellos asesinaron "en defensa propia" e integraron su cadáver en la decoración del fondo de la piscina. Después de algunos hombres de por medio y la pérdida de la memoria de él después de que el nuevo marido de la pelirroja lo atropellara "accidentalmente", el fontanero y la codependiente llorona se casan y tienen un hijo, pero poco les dura la felicidad porque ella tenía que chocar con la mujer y la hija de un hombre que quedaría mentalmente inestable y sí, lo adivinaron, se mudaría ahí para encontrar a la persona que mató a su familia.
Dos casas más para allá, la rubia profesional que tenía todo un futuro por delante en el mundo de la publicidad, hasta que se convirtió en fábrica de parir bichos pelirrojos y una niña rubia, todos de nombre con inicial "P". Entre los celos profesionales de su esposo y la eterna crisis de la mediana edad de él -que lo lleva a renunciar y poner todos sus ahorros en una pizzeria que luego iría a la quiebra-; los berrinches y travesuras de sus hijos -que solo aumentan cuando llegan a la adolescencia-; la aparición de una hija extramarital -y tener que quedarse con ella después de que mataran a la mamá en un asalto al supermercado-; la lesión en la espalda del marido y el cáncer de ella -que hace que su mamá borracha se mude con ellos-; los guionistas no hallaban qué otra prueba ponerle a la pobre rubia, más que embarazarla de gemelos después de los 40, justo cuando retomaba su carrera.
En la casa del final del pasaje -y en la cama de todos-, la rubia de patas de gallo con botox y labios con silicona, que verdaderamente sigue un patrón de ir tras las sobras de las demás vecinas: desde el ex de la ojos llorones, el fontanero sin memoria, el latino recién divorciado y otro tanto más de hombres, hasta el rubio mentalmente inestable que se casa con ella solo por mudarse al vecindario y vengar la muerte de su esposa e hija. Ella, la otra pelirroja de oscuro pasado de violencia intrafamiliar y la muerte accidental de su pequeña hija, la pareja gay, las hermanas chantajeadoras, la viejita que se pasaba de tragos y la otra viejita chambrosa son el trasfondo de los ires y venires de las esposas desesperadas.
Wisteria Lane: donde cada temporada se muda alguien con esqueletos en el clóset, en el sótano o en el ático. Y se muda alguien más para llevar más intriga -como si no la tuvieran de sobra-, o para develar misterios, sacar los trapos al sol o descubrir secretos hasta ese entonces muy bien guardados. Todo narrado con la voz de la esposa más desesperada: la que haló el gatillo en el primer episodio.
¡Igualito a los barrios, residenciales y suburbios de San Salvador! Ah, ¡mi colonia es tan aburrida!
PD. Yo sería una Lynette secretamente frustada por mis aspiraciones truncadas de ser una Bree. ¿Y ustedes?
Yeah yo soy como Bree xD mentiras hahaah yo no se cual seria es una cosa difícil aunque si tengo características de todas haahahah
ResponderEliminarNo sé cual soy, pero sí sé que no soy ni la Bree ni la Gabrielle.
ResponderEliminarTal vez un poco de la Susan y otro de la Lynette.. ah!!! y tampoco nada de la Eddie jajaja.
@SK Mario: Sin paja! Los hombres de esa serie están igual de trastornados que las mujeres.
ResponderEliminar@Cecy: Yo creo que también tengo de todas, menos de...
@Mar: cabal, de todas menos de la Edie!
Qué genial! Un resumen de las mujeres a lo largo de las 5 temporadas =D
ResponderEliminarEn cuanto a la pregunta, siempre que hago un test me sale que soy Bree xD Y tengo que aceptar que me encantaría estar a ese enfermizo nivel de perfección xD
Ya quiero que empiece la 6ª temporada! (baba)
@Tobalo: Yo también no aguanto porque empiece!!! Para saber con quién se casó Mike. Ojalá no sean taaan predecibles y no sea la Susan.
ResponderEliminarhahaha, la verdad no me extrañaría que fuera con Susan, pero creo que sería demasiado pronto, talvez les pongan nueva pareja por esta temporada.
ResponderEliminarAunque para mí es inevitable que acabarán juntos, dejan demasiado claro que aún se quieren u.u xD
@Tobalo: A mi la Susan me cae mal... por eso que se quede con la Katherine
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