48 horas en Estambul
Meses antes de que se abriera la posibilidad de ir por trabajo a Bucarest, ya estaba en mis planes un viaje a Europa por mis vacaciones. Por eso mismo, cuando supe que iba a pasar poco más de un mes en Rumanía consideré que lo mejor que podía hacer era conocer el país lo más que pudiera en el tiempo que me quedara los fines de semana, versus buscar aventuras en otros lados.
En eso la vida se encarga de enviarte otras señales, esta vez en la forma de la pareja de salvadoreños que conocí en el tour de los castillos, quienes indirectamente me animaron a perseguir una idea que ya había barajado, pero que a fuerza de ser sincera me daba un poco de miedo: Estambul, Turquía.
Al final, mi lógica fue "Ya estoy tan cerca y quién sabe si otra vez vuelva a estarlo, que ¿por qué no?". Tenía que aprovechar la oportunidad. Así terminé volando un viernes por la noche, para regresar lunes temprano por la mañana a trabajar. Solo 48 horas en Estambul.
Tres cosas habían en mi top of mind acerca de Turquía antes de ese fin de semana de marzo de 2019, y con las tres me encontré en este viaje, de una manera u otra:
Así llegué a Estambul la madrugada del sábado, con un pequeño maletín y mi bendita ignorancia. Tuve mi momento "Toto, I have a feeling we're not in Kansas anymore" en el trayecto hacia el hotel, cuando pasamos por el acueducto y vi las mezquitas en lo alto. Atrás había quedado el recuerdo del pequeño retraso en migración (no sabían dónde es El Salvador y si necesitaba visa, aparte que la máquina no leía mi pasaporte), y la incertidumbre mientras esperaba por un taxi en medio del gentío afuera del aeropuerto.
Lo reemplazaban otras preocupaciones. Si me iba a perder, si habría llegado el aparatito del WiFi al hotel, si me alcanzaría el dinero (alerta de spóiler: no me alcanzó), si el hotel sería tan bonito como se veía en el sitio web. Yo creo firmemente en que, sin importar cuánto viaje o si lo hago a menudo, siempre tendré algo por lo que preocuparme, por pequeñito que sea. A esto lo llamo prudencia.
El primer día arrancó con un incidente que incluyó a un turco sudoroso que no hablaba una pizca de inglés tratando de arreglar la llave de la ducha mientras yo lo veía apenada en pijama (resultó que no estaba arruinada, sino que yo no sabía cómo funcionaba y no tenía fuerza para abrirla). Una vez limpia de todas esas cosas que pululan en los aeropuertos y aviones, bajé a desayunar armada de la guía y el mapa. Sabía que el tiempo era escaso, por lo que la exploración debía ser eficiente.
Estos son los 6 consejos básicos que comparto con cualquier viajero interesado en explorar Estambul por primera (y tal vez única) vez, pero que no dispone de mucho tiempo.
¿Son 48 horas las suficientes para conocer Estambul? No. Ni en sueños, y menos cuando vas improvisando. Pero 48 horas pueden ser las justas para deambular por Sultanahmet, la zona más antigua donde se concentran la mayoría de las atracciones turísticas y yo reservé mi hotel estratégicamente en esa área.
Es curioso cómo cambian las cosas a la luz del día y cuando expandes el radio de lo que estás observando. Lo que a las 2:00 a.m. parecía una decisión cuestionable de alojamiento, a la luz del día era una pujante zona turística llena de pequeños comercios, a una distancia caminable del Palacio de Topkapi, Santa Sofía y la Mezquita Azul.
El Palacio de Topkapi es imprescindible en cualquier itinerario de Estambul. Para ser honesta, creo que no lo habría apreciado tanto si no hubiera visto la novela de Suleimán y Hürrem, las intrigas de la corte, tanto de los políticos como en el harén. Tener ese contexto, si bien ficcionalizado, hace volar la imaginación, y aunque se puede obtener suficiente placer solo de contemplar la arquitectura y el diseño de los interiores, ayuda saber un poquito qué pasó adentro de esos muros.
Una de mis partes favoritas, aparte de los pabellones con sus paredes llenas de azulejos, fue la exhibición de las cocinas imperiales, con todo tipo de artefactos e interesantes explicaciones de cómo funcionaba el servicio en la corte, que llegó a emplear a miles. El Sultán, por ejemplo, tenía una cocina solo para sus postres y sherbet.
Tips útiles: Yo compré un pase de museos que incluía la entrada a Topkapi, Santa Sofía, y el Museo Arqueológico de Estambul. La entrada al harén se compra por separado. Abajo del Palacio hay un parque muy bonito, Gülhane.
A menos de un kilómetro del Mercado de las Especias, el Gran Bazar abarca 58 calles cubiertas y las tiendas están organizadas por especialidad. Es fácil perderse entre sus callecitas y es el purgatorio de los indecisos como yo que no saben qué buscan. Fue aquí donde me quedé sin la mayoría de las liras turcas que cambié en el aeropuerto (error de desconfiada). Es justo decir que no soy buena regateando ni haciendo operaciones aritméticas en mi cabeza para saber si algo es demasiado caro, pero tanto el Mercado de las Especias como el Gran Bazar son una experiencia imperdible.
No hablo a menudo de momentos en que me siento un blanco, ya sea por ser mujer o por ser turista, pero eso no significa que no sucedan. La primera vez que fui a Italia, me piropearon en mi cara (Bella, bellissima), y lo que me dio miedo fue que estuvieran distrayéndome para robarme. En Bucarest me inventé un esposo cuando el chofer de Uber empezó a preguntarme por mi vida y la conversación se tornó incómoda para mí (para que lo sepan, mi esposo imaginario y yo aún no queremos tener hijos porque son muy caros).
Ese mediodía en el Gran Bazar la historia es de un vendedor de delicias turcas, unos dulces, que confundió El Salvador con Ecuador, me cantó "Nossa, nossa, assim você me mata" (portugués y español son lo mismo aparentemente), me hizo un descuento porque yo era demasiado bella, y a quien tuve que decirle que mi familia me estaba esperando en el otro pasillo. Y probablemente no tenía ninguna mala intención, pero cuando una está sola en una ciudad que no conoce, no quiere averiguar que tipo de intenciones puede tener o no una persona.
Tips útiles: Lleven suficiente dinero en efectivo y tengan claridad de qué quieren comprar. Yo sabía que quería una joya para mí y para mi mamá, y que fuera algo que siempre me recordara la experiencia de haberla comprado en el Gran Bazar.
Nunca había estado en una ciudad donde llamaran a la oración. Nunca había visto ni entrado a una mezquita. Para mí fue una experiencia interesante y que requiere de un profundo respeto, como cuando entras a cualquier otra iglesia, a un museo o un lugar histórico. Lamentablemente muchos turistas carecen de sentido común y de respeto, y esto es algo que he visto en todas partes.
Algunas consideraciones prácticas para visitar la Mezquita Azul que fue construida para el Sultán Ahmed: solo se puede ingresar cuando no es momento de oración, proporcionan bolsas plásticas para que coloques tus zapatos (te los quitas antes de entrar), todos deben vestir apropiadamente, y las mujeres deben cubrirse la cabeza (si no van preparadas, en el lugar prestan). Las reglas son sencillas.
A mí en particular me gustó la visita, pero me gustaría haber aprendido acerca de la religión y sus costumbres, para entender mejor la importancia del recinto. Hasta donde recuerdo, no había audioguías y por más que traté de acercarme discretamente a un tour guiado, no escuché nada.
Tips útiles: En esa misma área está la Basílica de la Cisterna. Si andan cortos de dinero, no lo gasten en entrar. Para mí simplemente no valió la pena. Más recomendable es pasar un rato por las fuentes entre la Mezquita Azul y Santa Sofía, viendo a la gente.
En un intento por ser más aventurera, y ya equipada con una tarjeta de transporte, la tarde del domingo me fui al otro lado, a Taksim, en medio del gentío que iba para un lado y otro. Bajé a la Torre de Gálata, sin más éxito después darle un par de vueltas para comprobar que tendría que no estar en mi sano juicio para hacer semejante fila. Ya había abandonado también la idea del crucero por el estrecho del Bósforo: la información de las compañías no era clara y mi intención de terminar perdida quién sabe dónde, nula.
Pero terminé en un lugar mejor, como suele suceder, viendo el sol caer sobre Estambul, un espectáculo que gracias a mi WiFi móvil pude compartir con mi familia a través de videollamada, mientras me atiborraba de delicias turcas. ¿Me imaginé que algún día estaría ahí? Jamás. Y eso lo hace mil veces más especial.
Tips útiles: El transporte público es fácil de usar. Hay tranvías y subterráneo. La tarjeta se puede adquirir en una de las paradas y, si no mal recuerdo, se puede pagar con tarjeta de crédito.
Fechas qué recordar: 16 y 17 de marzo de 2019
Duración real: 2 días
Experiencias para siempre: El atardecer del domingo sobre el mar de Mármara, aunque no crucé el Bósforo
Comida memorable: La baklava y las delicias turcas
Qué faltó de esencial: Más información, más preparación, pero literalmente hice lo mejor que pude con lo que tenía. Y quizas, después de todo, el crucero por el Bósforo.
Qué aprendí: Que siempre, siempre, SIEMPRE hay que llevar suficiente dinero en efectivo. No te puedes atener a que podrás usar tu tarjeta de crédito.
Presupuesto aproximado: Alrededor de $750, incluyendo boleto de avión, tres noches de hotel (un lujo al que me podría mal acostumbrar), el alquiler del WiFi móvil y compras. Carísimo, pero deben haber muchas maneras de bajar ese presupuesto.
En eso la vida se encarga de enviarte otras señales, esta vez en la forma de la pareja de salvadoreños que conocí en el tour de los castillos, quienes indirectamente me animaron a perseguir una idea que ya había barajado, pero que a fuerza de ser sincera me daba un poco de miedo: Estambul, Turquía.
Al final, mi lógica fue "Ya estoy tan cerca y quién sabe si otra vez vuelva a estarlo, que ¿por qué no?". Tenía que aprovechar la oportunidad. Así terminé volando un viernes por la noche, para regresar lunes temprano por la mañana a trabajar. Solo 48 horas en Estambul.
Admito que tengo esta obsesión por tomar fotos en que se vea la bandera del país en que estoy 😳 |
Tres cosas habían en mi top of mind acerca de Turquía antes de ese fin de semana de marzo de 2019, y con las tres me encontré en este viaje, de una manera u otra:
- Santa Sofía o Ayasofya, ya sea porque lo escuché en la clase de Lenguaje y Literatura en bachillerato, o por la de Estilos Artísticos en la universidad.
- El Sultán Suleimán, porque con mi mamá vimos la novela turca en Netflix.
- Tarkan, o lo que es lo mismo, su canción "Simarik", que todos recordamos de finales de los '90.
Esto nos demuestra que, aún habiendo recibido una buena educación, no sé lo suficiente acerca de historia y geografía. No tanto como quisiera. Porque el mundo es demasiado grande y le dedicamos poco tiempo a explorar más allá de la superficie.Como a menudo sucede con las decisiones espontáneas, apenas y tuve tiempo para investigar algo. Mis compañeras de trabajo me ayudaron con unos cuantos tips básicos, como que los vendedores se ofenden si no intentas regatear con ellos, pero que hay que saber hasta qué punto regatear. Una me prestó una guía y un mapa. Otra me dijo que no tenía de qué preocuparme porque los turcos "They are very European" (¿?). Otro amigo que ha viajado por Asia me pasó el dato de un servicio de alquiler de WiFi móvil (un salvavidas, la verdad).
Así llegué a Estambul la madrugada del sábado, con un pequeño maletín y mi bendita ignorancia. Tuve mi momento "Toto, I have a feeling we're not in Kansas anymore" en el trayecto hacia el hotel, cuando pasamos por el acueducto y vi las mezquitas en lo alto. Atrás había quedado el recuerdo del pequeño retraso en migración (no sabían dónde es El Salvador y si necesitaba visa, aparte que la máquina no leía mi pasaporte), y la incertidumbre mientras esperaba por un taxi en medio del gentío afuera del aeropuerto.
Lo reemplazaban otras preocupaciones. Si me iba a perder, si habría llegado el aparatito del WiFi al hotel, si me alcanzaría el dinero (alerta de spóiler: no me alcanzó), si el hotel sería tan bonito como se veía en el sitio web. Yo creo firmemente en que, sin importar cuánto viaje o si lo hago a menudo, siempre tendré algo por lo que preocuparme, por pequeñito que sea. A esto lo llamo prudencia.
El primer día arrancó con un incidente que incluyó a un turco sudoroso que no hablaba una pizca de inglés tratando de arreglar la llave de la ducha mientras yo lo veía apenada en pijama (resultó que no estaba arruinada, sino que yo no sabía cómo funcionaba y no tenía fuerza para abrirla). Una vez limpia de todas esas cosas que pululan en los aeropuertos y aviones, bajé a desayunar armada de la guía y el mapa. Sabía que el tiempo era escaso, por lo que la exploración debía ser eficiente.
Estos son los 6 consejos básicos que comparto con cualquier viajero interesado en explorar Estambul por primera (y tal vez única) vez, pero que no dispone de mucho tiempo.
1. Palacio Topkapi, morada de sultanes
Vista desde el Palacio de Topkapi, muy diferente a lo que habrá contemplado Suleimán el Magnífico |
¿Son 48 horas las suficientes para conocer Estambul? No. Ni en sueños, y menos cuando vas improvisando. Pero 48 horas pueden ser las justas para deambular por Sultanahmet, la zona más antigua donde se concentran la mayoría de las atracciones turísticas y yo reservé mi hotel estratégicamente en esa área.
Es curioso cómo cambian las cosas a la luz del día y cuando expandes el radio de lo que estás observando. Lo que a las 2:00 a.m. parecía una decisión cuestionable de alojamiento, a la luz del día era una pujante zona turística llena de pequeños comercios, a una distancia caminable del Palacio de Topkapi, Santa Sofía y la Mezquita Azul.
El Palacio de Topkapi es imprescindible en cualquier itinerario de Estambul. Para ser honesta, creo que no lo habría apreciado tanto si no hubiera visto la novela de Suleimán y Hürrem, las intrigas de la corte, tanto de los políticos como en el harén. Tener ese contexto, si bien ficcionalizado, hace volar la imaginación, y aunque se puede obtener suficiente placer solo de contemplar la arquitectura y el diseño de los interiores, ayuda saber un poquito qué pasó adentro de esos muros.
Una de mis partes favoritas, aparte de los pabellones con sus paredes llenas de azulejos, fue la exhibición de las cocinas imperiales, con todo tipo de artefactos e interesantes explicaciones de cómo funcionaba el servicio en la corte, que llegó a emplear a miles. El Sultán, por ejemplo, tenía una cocina solo para sus postres y sherbet.
Tips útiles: Yo compré un pase de museos que incluía la entrada a Topkapi, Santa Sofía, y el Museo Arqueológico de Estambul. La entrada al harén se compra por separado. Abajo del Palacio hay un parque muy bonito, Gülhane.
2. Santa Sofía: de basílica a mezquita, de mezquita a museo
En resumen: Santa Sofía fue primero una basílica bizantina de Constantinopla. Los otomanos la transformaron en mezquita agregándole minaretes, entre otros. Eventualmente la abrieron al público como museo.
Recuerdo haber visto muchas fotos del exterior de Santa Sofía, pero nada me preparó para el interior, que tiene un efecto sobrecogedor por su magnitud.
Los candelabros y los mosaicos fueron mis favoritos, aunque estos últimos no han sobrevivido tan bien al paso del tiempo. Se pueden admirar otros mosaicos bizantinos en la Basílica de San Marcos en Venecia 😍.
Tips útiles: Las filas para entrar a Santa Sofía son larguísimas. Entre más temprano lleguen, mejor. Doble alivio: Pueden pagar con tarjeta de crédito (recuerden que me quedé casi sin dinero el primer día).
3. El Gran Bazar y el Mercado de las Especias: un ataque a todos los sentidos
"Open your mouth". Por qué le hice caso al vendedor escapa mi comprensión, pero cuando menos lo sentí, tenía un chocolate que "explotaba" en la lengua, como esos dulces Pop Rocks. Así funciona el Mercado de las Especias. Los vendedores, con tarjeta de presentación en mano, hacen uso de todo tipo de artificios para seducirte, lo cual sinceramente no es tan difícil, con todos los aromas en el aire. Dulces, tés, especias, aceites esenciales, jabones, todo en medio de aquel bullicio.A menos de un kilómetro del Mercado de las Especias, el Gran Bazar abarca 58 calles cubiertas y las tiendas están organizadas por especialidad. Es fácil perderse entre sus callecitas y es el purgatorio de los indecisos como yo que no saben qué buscan. Fue aquí donde me quedé sin la mayoría de las liras turcas que cambié en el aeropuerto (error de desconfiada). Es justo decir que no soy buena regateando ni haciendo operaciones aritméticas en mi cabeza para saber si algo es demasiado caro, pero tanto el Mercado de las Especias como el Gran Bazar son una experiencia imperdible.
No hablo a menudo de momentos en que me siento un blanco, ya sea por ser mujer o por ser turista, pero eso no significa que no sucedan. La primera vez que fui a Italia, me piropearon en mi cara (Bella, bellissima), y lo que me dio miedo fue que estuvieran distrayéndome para robarme. En Bucarest me inventé un esposo cuando el chofer de Uber empezó a preguntarme por mi vida y la conversación se tornó incómoda para mí (para que lo sepan, mi esposo imaginario y yo aún no queremos tener hijos porque son muy caros).
Ese mediodía en el Gran Bazar la historia es de un vendedor de delicias turcas, unos dulces, que confundió El Salvador con Ecuador, me cantó "Nossa, nossa, assim você me mata" (portugués y español son lo mismo aparentemente), me hizo un descuento porque yo era demasiado bella, y a quien tuve que decirle que mi familia me estaba esperando en el otro pasillo. Y probablemente no tenía ninguna mala intención, pero cuando una está sola en una ciudad que no conoce, no quiere averiguar que tipo de intenciones puede tener o no una persona.
Tips útiles: Lleven suficiente dinero en efectivo y tengan claridad de qué quieren comprar. Yo sabía que quería una joya para mí y para mi mamá, y que fuera algo que siempre me recordara la experiencia de haberla comprado en el Gran Bazar.
4. Dentro de la Mezquita Azul
Algunas consideraciones prácticas para visitar la Mezquita Azul que fue construida para el Sultán Ahmed: solo se puede ingresar cuando no es momento de oración, proporcionan bolsas plásticas para que coloques tus zapatos (te los quitas antes de entrar), todos deben vestir apropiadamente, y las mujeres deben cubrirse la cabeza (si no van preparadas, en el lugar prestan). Las reglas son sencillas.
A mí en particular me gustó la visita, pero me gustaría haber aprendido acerca de la religión y sus costumbres, para entender mejor la importancia del recinto. Hasta donde recuerdo, no había audioguías y por más que traté de acercarme discretamente a un tour guiado, no escuché nada.
Tips útiles: En esa misma área está la Basílica de la Cisterna. Si andan cortos de dinero, no lo gasten en entrar. Para mí simplemente no valió la pena. Más recomendable es pasar un rato por las fuentes entre la Mezquita Azul y Santa Sofía, viendo a la gente.
5. El otro lado
Atardecer cerca de las 7:00 p.m. |
En un intento por ser más aventurera, y ya equipada con una tarjeta de transporte, la tarde del domingo me fui al otro lado, a Taksim, en medio del gentío que iba para un lado y otro. Bajé a la Torre de Gálata, sin más éxito después darle un par de vueltas para comprobar que tendría que no estar en mi sano juicio para hacer semejante fila. Ya había abandonado también la idea del crucero por el estrecho del Bósforo: la información de las compañías no era clara y mi intención de terminar perdida quién sabe dónde, nula.
Pero terminé en un lugar mejor, como suele suceder, viendo el sol caer sobre Estambul, un espectáculo que gracias a mi WiFi móvil pude compartir con mi familia a través de videollamada, mientras me atiborraba de delicias turcas. ¿Me imaginé que algún día estaría ahí? Jamás. Y eso lo hace mil veces más especial.
Tips útiles: El transporte público es fácil de usar. Hay tranvías y subterráneo. La tarjeta se puede adquirir en una de las paradas y, si no mal recuerdo, se puede pagar con tarjeta de crédito.
6. Misceláneos
Si en algo se quedó corto Estambul fue en la gastronomía, en parte porque para la tarde del sábado ya estaba seriamente preocupada por mi liquidez: casi no me quedaba efectivo. Aparte del desayuno, todo lo que comí ese día fue un elote asado con sal de un carrito de la calle, y un kebab de pollo, baklava y té en un lugar donde entré directamente a preguntar si aceptaban tarjeta de crédito. Sin embargo, la experiencia del baklava más exquisito y el té con los cubitos de azúcar fue especial.
Para salir un poco de mi zona de confort, fui a un espectáculo nocturno de bailes turcos con un giro moderno llamado "Rhythm of the dance", en un pequeño teatro llamado Hodjapasha. Tienen un elenco algo grande y presentan varios números, como el que ven en el video abajo. ¿Vale los $28? Creo que a veces cuando viajamos estamos tan enfocados en mantenernos por debajo de nuestro presupuesto que olvidamos que los dólares, euros, lei, liras, etc. que dejamos los turistas contribuyen a la economía del país y, en algunos casos como este, a promover la cultura. Para mí sí vale los $28.
Siempre me pregunto si ese nuevo lugar que visito se parece a otro anterior. Puedo decir con toda confianza y en todo sentido que Turquía es lo más lejos del occidente y lo más cerca del oriente que he estado, aunque sean "very European", como dijo la rumana. Entonces... ¿regresaría a Estambul? ¿A Turquía? Definitivamente algún día, por muy remoto que parezca en este momento.
Té, baklava y un display de... ¡delicias turcas! Algo así como el equivalente de nuestras conservas y melcochas
Para salir un poco de mi zona de confort, fui a un espectáculo nocturno de bailes turcos con un giro moderno llamado "Rhythm of the dance", en un pequeño teatro llamado Hodjapasha. Tienen un elenco algo grande y presentan varios números, como el que ven en el video abajo. ¿Vale los $28? Creo que a veces cuando viajamos estamos tan enfocados en mantenernos por debajo de nuestro presupuesto que olvidamos que los dólares, euros, lei, liras, etc. que dejamos los turistas contribuyen a la economía del país y, en algunos casos como este, a promover la cultura. Para mí sí vale los $28.
Siempre me pregunto si ese nuevo lugar que visito se parece a otro anterior. Puedo decir con toda confianza y en todo sentido que Turquía es lo más lejos del occidente y lo más cerca del oriente que he estado, aunque sean "very European", como dijo la rumana. Entonces... ¿regresaría a Estambul? ¿A Turquía? Definitivamente algún día, por muy remoto que parezca en este momento.
Duración real: 2 días
Experiencias para siempre: El atardecer del domingo sobre el mar de Mármara, aunque no crucé el Bósforo
Comida memorable: La baklava y las delicias turcas
Qué faltó de esencial: Más información, más preparación, pero literalmente hice lo mejor que pude con lo que tenía. Y quizas, después de todo, el crucero por el Bósforo.
Qué aprendí: Que siempre, siempre, SIEMPRE hay que llevar suficiente dinero en efectivo. No te puedes atener a que podrás usar tu tarjeta de crédito.
Presupuesto aproximado: Alrededor de $750, incluyendo boleto de avión, tres noches de hotel (un lujo al que me podría mal acostumbrar), el alquiler del WiFi móvil y compras. Carísimo, pero deben haber muchas maneras de bajar ese presupuesto.
Pues, yo hice 48 horas en CDMX como único destino, así que usar 48 horas para viaje alterno es una ganga.
ResponderEliminarAl menos a través de tu blog voy a conocer el mundo. Dudo mucho que alguna vez en la vida me pare en esos lugares. Este planeta es tan grande y diverso y se nos va la vida en nuestro m2.
La angustia del efectivo la viví la primera vez en CDMX, en la segunda cambié suficiente...tan suficiente como que me sobraron menos de 10 pesos en moneditas.
Seguí viajando, sos mi inspiración.
Es un gusto poder dar a conocer el mundo, aún si son micro pedacitos.
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