5 cosas que hacer en Bucarest

Una tarde soleada de domingo en Old Town, cerca de la iglesia de San Antonio

Para haber "vivido" en Bucarest por casi cinco semanas, siento que no conocí mucho de la capital rumana, más allá de lo más turístico. Describiría Bucarest como una ciudad llena de contrastes, entre las reliquias que quedaron de los tiempos en que contrataban a arquitectos franceses, los bloques del período comunista, las ruinas de magnos edificios que nunca fueron terminados y paredes cubiertas de graffiti por doquier. Aquí una compilación de cosas que pueden hacer en Bucarest, por si un día terminan en "el pequeño París", ya sea por voluntad propia o por esos giros inesperados del destino.

1. Walking tour del Casco Antiguo (Old Town) de día: Encontré esta compañía Walkabout Free Tour en internet y después de un par de intentos, al fin me animé a salir temprano un domingo por la mañana para hacer el tour por el Casco Antiguo, a pesar de ya conocer la zona. En mi opinión, siempre vale la pena tener una explicación que acompañe lo que estás viendo, y aunque estoy clara de que cada guía tiene su versión de la historia y uno tendría que hacer una minuciosa corroboración de todos los datos para dar por fidedigna la información, yo quedé complacida con el relato de Dani, nuestro guía ese domingo, un joven rumano que después de haber vivido por años en Barcelona, hablaba perfecto español.

  

  
 1a. fila izq. a der. El reloj en la Plaza de la Unión y el Monasterio Stavropoleos.
2a. fila izq. a der. Calle por la Banca Nacional y la plaza frente a la Universidad.

Así fue como escuché otra versión del mito de Vlad Tepes, el príncipe de Valaquia conocido como "Vlad El Empalador" o "Vlad Drăculea", del que tomó algo de inspiración Bram Stoker para escribir su novela "Drácula". Valga la aclaración, Vlad no fue vampiro, aunque sí mandó a hacer empalamientos masivos. La "Curtea Veche" o corte antigua de Vlad Tepes está siendo restaurada en la actualidad.

Busto de Vlad Tepes

Fue también a través de los recuentos de Dani que conocí un poquito acerca de Nicolae Ceaușescu, presidente (y dictador comunista) de Rumania desde 1967 hasta su ejecución en 1989. Parte del legado de este señor es el Palacio Parlamentario (Palatul Parlamentului), que cualquier rumano te dirá hasta con orgullo que es el segundo edificio gubernamental más grande del mundo, después del Pentágono. Hoy en día solo es posible visitar el Palacio con cita previa en grupos de 1 a 9 personas. Yo me conformé con verlo desde afuera.



2. Casco Antiguo (Old Town) de noche: Solo si eso es lo suyo, Old Town está lleno de restaurantes, bares y antros de todo tipo, incluidos unos que ofrecen "masajes". No es mi trip, sin embargo puedo atestiguar de que el ambiente es sano y al menos con los policías merodeando por sus calles da la sensación de seguridad.

El C.E.C., mi edificio favorito de Old Town, un sábado en que la temperatura bajó a -4°
3. Los alrededores del Ateneo Rumano: Sobre la calle Victoria (Calea Victoriei) se encuentran, entre otros, el Ateneo Rumano, sede de la Filarmónica; el Museo Nacional de Arte de Rumania (la entrada cuesta RON 15, unos $4); y la Biblioteca Central de la Universidad de Bucarest, adornada al frente con una estatua del Rey Carlos I (Carol I) a caballo, que en realidad fue un príncipe alemán que importaron para hacerlo el primer rey de Rumanía. En las callecitas de atrás del Ateneo se encuentran simpáticos restaurantes y bares, entre ellos Salón Golescu y, mi favorito por los postres, Chocolat.

  
Izq. Ateneo Rumano. Der. Carol I sobre su caballo.

4. Comer sarmalute y papanași (preferiblemente en Caru' cu Bere): Caru' cu Bere es un restaurante que parece sacado de un cuento de hadas, o como dijo una compañera de trabajo que visitó Bucarest antes que yo, "es como Disney". La decoración al interior es art nouveau y está clasificado como monumento histórico. Si van a probar el plato insignia de la gastronomía rumana, el sarmalute (hojas de repollo rellenas de carne picada) servido con polenta, Caru' cu Bere es probablemente el mejor lugar para hacerlo, en especial un domingo en que todas las familias parecen estar celebrando algo y un par de músicos tocan el piano y el violín, alegrando aún más el lugar. Eso sí, terminen su comida con un papanași (se pronuncia "papanásh"), una especie de dona con yogurt y jalea. La cerveza de la casa también es buena.


Interior de Caru' cu Bere

  
Sarmalute, cerveza de la casa y papanași, cada uno del tamaño de mi puño cerrado


5. Museo de la Villa (Muzeul Satului): Es un encantador museo etnográfico al aire libre donde se han preservado viviendas de diferentes regiones de Rumania. Debe ser lindo en primavera o verano, considerando que está enclavado en el parque Herăstrău, y da justo al lago, pero en un sábado de febrero, terminar la visita fue un desafío. Una visita recomendada si quieren aprender un poquito acerca de la historia de Rumanía.


    

La pregunta más frecuente es "¿Pero te gustó Bucarest?". La respuesta es sí. Es diferente de todo lo que conozco, pero a decir verdad, a estas alturas aún no he conocido un lugar que sea igual a otro. No sé si regresaría por cuenta propia o si viviría en Bucarest (especialmente considerando el frío, y eso que por suerte no lo alcancé a experimentar en su máximo esplendor... alguien me habló de -17° C), pero podría acostumbrarme a caminar tranquila en las calles a casi cualquier hora del día. 

Quizás la libertad sea mi mejor recuerdo de esas cinco semanas.


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