Terminar lo que empezaste

Hace más de cinco años, hicimos una serie de renovaciones en mi casa y los trabajos duraron alrededor de unos tortuosos cinco meses. El polvo reinaba por doquier. Dormí en un colchón en el suelo algunas noches. La mayoría de mis pertenencias estaban en cajas. Y para cuando los trabajos terminaron, teníamos cosas más apremiantes que ordenar, como el estrés post trauma de un asalto a mano armada y un cáncer - todo en el plazo de un mes.

Me tardé años en sacar todas las cosas de las cajas y ese no fue el fin del desorden. Dos años después de la remodelación, decidí regalar un gavetero porque tomaba mucho espacio. La mayoría de las cosas en él encontraron su lugar maximizando otros espacios que estaban sub-utilizados (gracias, Dollar City), pero lo que no, terminó esta vez en una maleta de 21 kilos que no fue hasta hace una semana -sí, más de tres años después- que al fin salió de esta casa.

Recuerdo que en el 2019 que Mari Kondo entró a nuestras vidas por cortesía de Netflix me dije a mí misma "Este es el año que termino". Y sí avancé. Avancé tanto que cuando abrí la maleta la semana pasada me di cuenta que había postergado por un año lo que fácilmente solo me habría tomado un fin de semana más de maratónicas jornadas de marikondeo, porque sí, que para mí Mari Kondo es un verbo, no sustantivo.



Ahora, no quiero que se me imaginen mi habitación como un lugar al que Mari Kondo entraría y automáticamente brincaría de la emoción por aquello de que le encanta el desorden. Tampoco era un sitio sacado de la serie de terror de Discovery Home & Health "Acumuladores". No. Mi desorden, físico y, admitámoslo, también el espiritual, es un caos compartimentado en cajas y maletas de todos los tamaños, la mayoría puestas allá en un rincón donde hasta a mí se me olvida que existen.

Para cuando terminé de ordenar todo, una parte de mí no podía creerlo. No podía creer que lo que en mi mente era un desorden insuperable porque lo tenía ahí bien guardadito en una maleta que no había tocado en meses, eran unas cuantas cosas que solo necesitaban que tomara una decisión: que las pusiera en el lugar correspondiente o que simplemente las dejara ir porque ya no me servían ningún propósito. En mi mente había un tigre escondido en la maleta y en la realidad era apenas un gatito.

Podría decir tantas cosas sobre cómo el consumismo nos hace llenarnos de cosas que no necesitamos o sobre el apego emocional que le tenemos a los objetos cuando simplemente son objetos y no los necesitamos para sentir aquello que nos recuerdan. Los cassettes de Ricky Martin fueron, por ejemplo, una de las cosas que más postergué botar, no por ser Ricky Martin sino porque me los regalaba para mis cumpleaños mi tía que ya no está conmigo. Pero la cinta estaba rota, no tengo un reproductor de cassettes, a Ricky lo tengo en Spotify para cuando quiero regresar a 1998 y a mi tía la tengo siempre en el pensamiento, con o sin "Vuelve".

Lo que sí quiero decir es por qué nos cuesta tanto terminar lo que empezamos. 

Ordenar ha estado en mi lista de propósitos de año nuevo por años. ¡Años! En libretas de papel. En Google Keep. En Asana. Y más recientemente en Todoist (valga el comercial, de verdad recomiendo esta aplicación). Definitivamente no es lo único que dejo a medias. Abro decenas de pestañas en el navegador de mi teléfono con artículos que digo que quiero leer pero nunca leo. O los guardo en Facebook para más tarde. Compro libros que nunca leo. Bajo muestras en Kindle que nunca leo. Añado programas y series a mis listas en Netflix, Prime Video y mi efímera prueba de HBO Go, y nunca los veo. Otros los dejo a medias, ya sea un episodio o una temporada, y ni siquiera es porque no me gustaron. Solo no los termino.

Puede que se trate de querer hacer demasiadas cosas y no tener el tiempo para ello, o quizás solo las acumulo por acumular. También puede ser déficit de atención o que pierdo rápidamente el interés por las cosas. O puede que dejar las cosas a medias es mi modus operandi. Lo que sí sé es que terminar las cosas que empezaste, por muchos años que tome, califica como una de esas cosas que, en las sabias palabras de mi amiga Mari (cuya serie también dejé a medias), te despierta alegría.

Y yo necesito más alegría.


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