Bitácora del Vuelo SV503
-Compañeros mukusulubenses, la pista de aterrizaje hemos divisado. En escasos minutos descendiendo estaremos sobre el Hula Hula, la mejor coordenada para emprender nuestra expedición en El Salvador-, dijo el capitán Mukusulicio a su tripulación.
La nave se posó sobre el antiguo parque y al verse rodeados por los vendedores, más de uno se arrepintió de no haberse parqueado en el Morazán a cambio de unos dólares locales. Seguramente al regresar la encontrarían sin luces, espejos y llantas.
Uno a uno, los viajeros su imagen gelatinosa fueron cambiando. Al más pequeño, Mukusuniño, le tocó vestirse con un traje St. Jack's, mientras los demás se ataviaron con camisas de la Selecta y de "Como Toi" para perderse en la multitud de terrícolas.
Fuera de la nave, dieron inicio a su labor investigativa. Un reporte completo tenían que llevar al planeta Mukusuluba acerca de la vida del salvadoreño. Solo salir del Hula Hula demostró ser una odisea, con las aceras y calles atestadas del hormigueo humano que esquivaba los obstáculos de los puestos y los buses.
En su forma humana, no tardaron en sentir hambre. Desistieron de comer en los Hot Dogs El Paso, al considerarlos poco autóctonos. Una cuadra más adelante hallaron una plaza con la estatua de un tal Gerardo Barrios. Parados en medio observaron majestuosos edificios a los que nadie más les prestaba atención, así que convinieron a bien separarse e ir a investigar.
Mukusuteos se sintió atraído por la Catedral. Le preguntó a un anciano quién era el colocho del altar y le dijo "el Salvador del Mundo" y quedó maravillado por tan digno honor que le concedía Dios a ese extraño país. Para su desilusión, había pocos feligreses en la iglesia.
Mukusulósofo prefirió dirigirse a la Biblioteca Nacional, pero no supo por qué horrorizarse más: si porque estaba desierto de personas o porque estaba desierto de libros. Quizá en aquella nación no leían.
Otro desilusionado fue Mukusulógico, quien al reconocer una estatua de Isabel La Católica afuera del edificio más elegante de todos, se apresuró a preguntarle a un transeúnte si en ese Palacio Nacional vivía algún rey. Pero no, la joya estaba en "remodelación permanente".
Rápido, Mukusulicio los reunió y siguieron su camino. Llegaron al hermoso Teatro Nacional y una vez más, encontraron las puertas cerradas y una decena de policías custodiando que ningún vendedor osara a ponerse enfrente.
Mukusuniño se quejó de que aún no habían encontrado un lugar para los infantes. Después de divisar el rótulo "Parque Infantil", se subieron a una unidad de transporte público.
Por la velocidad, determinaron que viajaban a años luz, con música estridente que decía "perrea, dale perrea". Pero al bajarse del bus nunca hallaron la entrada al parque detrás de todas las ventas en el perímetro.
Si así era la vida del salvadoreño, pasar de largo todo lo que ya tenían, era muy temprano para determinarlo. La expedición tendría que continuar, esta vez en busca de alimentos, en un nuevo capítulo de “Bitácora del vuelo SV503”.
La nave se posó sobre el antiguo parque y al verse rodeados por los vendedores, más de uno se arrepintió de no haberse parqueado en el Morazán a cambio de unos dólares locales. Seguramente al regresar la encontrarían sin luces, espejos y llantas.
Uno a uno, los viajeros su imagen gelatinosa fueron cambiando. Al más pequeño, Mukusuniño, le tocó vestirse con un traje St. Jack's, mientras los demás se ataviaron con camisas de la Selecta y de "Como Toi" para perderse en la multitud de terrícolas.
Fuera de la nave, dieron inicio a su labor investigativa. Un reporte completo tenían que llevar al planeta Mukusuluba acerca de la vida del salvadoreño. Solo salir del Hula Hula demostró ser una odisea, con las aceras y calles atestadas del hormigueo humano que esquivaba los obstáculos de los puestos y los buses.
En su forma humana, no tardaron en sentir hambre. Desistieron de comer en los Hot Dogs El Paso, al considerarlos poco autóctonos. Una cuadra más adelante hallaron una plaza con la estatua de un tal Gerardo Barrios. Parados en medio observaron majestuosos edificios a los que nadie más les prestaba atención, así que convinieron a bien separarse e ir a investigar.
Mukusuteos se sintió atraído por la Catedral. Le preguntó a un anciano quién era el colocho del altar y le dijo "el Salvador del Mundo" y quedó maravillado por tan digno honor que le concedía Dios a ese extraño país. Para su desilusión, había pocos feligreses en la iglesia.
Mukusulósofo prefirió dirigirse a la Biblioteca Nacional, pero no supo por qué horrorizarse más: si porque estaba desierto de personas o porque estaba desierto de libros. Quizá en aquella nación no leían.
Otro desilusionado fue Mukusulógico, quien al reconocer una estatua de Isabel La Católica afuera del edificio más elegante de todos, se apresuró a preguntarle a un transeúnte si en ese Palacio Nacional vivía algún rey. Pero no, la joya estaba en "remodelación permanente".
Rápido, Mukusulicio los reunió y siguieron su camino. Llegaron al hermoso Teatro Nacional y una vez más, encontraron las puertas cerradas y una decena de policías custodiando que ningún vendedor osara a ponerse enfrente.
Mukusuniño se quejó de que aún no habían encontrado un lugar para los infantes. Después de divisar el rótulo "Parque Infantil", se subieron a una unidad de transporte público.
Por la velocidad, determinaron que viajaban a años luz, con música estridente que decía "perrea, dale perrea". Pero al bajarse del bus nunca hallaron la entrada al parque detrás de todas las ventas en el perímetro.
Si así era la vida del salvadoreño, pasar de largo todo lo que ya tenían, era muy temprano para determinarlo. La expedición tendría que continuar, esta vez en busca de alimentos, en un nuevo capítulo de “Bitácora del vuelo SV503”.
Hay mucho tesoro escondido en tu recurrente relato. El salvadoreño medio está siempre en el escenario. La idea viene de la cotidianidad y, en cierta medida, así es la vida o será que nosotros la hacemos así?
ResponderEliminarInteresante como nos miran, no de otros países gracias a CNN, sino de otros planetas.
ResponderEliminar¿Cuando iremos a aprovechar lo que tenemos y dejaremos de ser malinchistas?
Excelente entrada! ojala que ganes el reto
ResponderEliminarsaludos
@Roberto: La cotidianidad la hacemos y es así, es como un círculo vicioso.
ResponderEliminar@Gero: Lo vamos a aprovechar cuando lo veamos con capacidad de asombro.
@Cc: Gracias por tus deseos =)
Independientemente de los resultados, habrá otros capítulos en el futuro. Les falta mucho territorio por recorrer a los mukusulubenses.
Podrías explicar que es eso del reto de los aliens, porque habemos algunos ignorantes de esto de los blogs que necesitamos nos expliquen más, ¿hay que votar? y como se hace porque me gusta como escribis y creo que hay que promover los nuevos talentos. Felicitaciones
ResponderEliminar@Camilo: pues, aunque no soy docta en la materia, Iron Blogger es un concurso que se lanza en blogotepeque.com, y consiste en que el ganador de la ronda previa reta a otros bloggers que deberán inscribir una entrada inspirada en una frase o palabras -en este caso, "Aliens en El Salvador"-.
ResponderEliminarAdemás de los retados, se invita a 3 bloggers para que sirvan de jurado calificador, y ellos dan una calificación del 1 al 10 a cada entrada.
La que acumule más puntos es la ganadora, lo que convierte al escritor en el nuevo Iron Blogger y todo el proceso vuelve a comenzar en una nueva ronda.
Supongo que las calificaciones se darán a conocer hoy. Gracias por las felicitaciones, al fin y al cabo lo hago porque me gusta =)
@Mario: gracias =) (y no supuestas, sino reales)
ResponderEliminar