Moda que no acomoda

Cuando se trata de moda me pasa algo similar al fútbol: me gusta verlo, pero no practicarlo. Soy cualquier cosa menos fashionista. Por el contrario, puedo pasar por fashion victim

Pero el hecho de que no me guste disfrazarme vestirme "in" no significa que no sepa apreciar lo que se ponen los demás y en este mundo voyeurista en el que vivimos sobran las oportunidades para enterarse cuál es el último grito de la moda. 

Como (casi) cualquier mujer (sin oficio y con acceso internet), me meto a la web de Christian Lauboutin allá a los meses en una noche de aburrimiento y me deleito viendo zapatos preciosos de 14 cm. de alto y $895 de precio, que jamás podría comprar ni "domar". Si la noche no pinta para más puede que termine viendo vestidos de novia de Oscar de la Renta o curioseando las galerías de imágenes con las colecciones de diseñadores cuyos apellidos no puedo pronunciar. Mientras navego recuerdo aquel documental sobre la última colección de Valentino (aún con Valentino Garavani), los vestidos cosidos a mano lentejuela por lentejuela y cómo me pareció casi inverosímil que tuviera en su staff a su musa (yo que pensaba que eso de "esperar a que baje la musa" era retórico). Suspiro y pienso en cuánta cosa linda se puede hacer con retazos de tela, y por un segundo, solo por un segundo, es como si la industria de la moda y yo nos reconciliáramos y por un momento la admiro como una forma de arte en sí misma.
 
Entonces, otra tarde sin oficio, veo mujeres pasearse por la alfombra roja con vestidos, tan, pero tan, tan, tan, tan ¡FEOS! y caigo en la cuenta de que hay de artistas a artistas, y que aparentemente los diseñadores que hacen esos vestidos inexplicables (algunos de los cuales dudo si hasta Lady Gaga se los pondría) deben ser algún tipo de artista abstracto y discúlpeme si usted sí sabe de moda, muy haute couture podrá ser pero el sentido común ante todo. No me importa si cuesta $30,000 dólares, si es feo, ¡es feo! Y algunos no solo son feos sino que rayan en el borde de lo ridículo.



Claro, qué importa la opinión de alguien que a todas luces no es conocedora de la materia ni es el target de todos los Gucci, Pucci, Versace y compañía, pero de una u otra forma todos estamos sujetos a los caprichos de la tal moda -industria que mueve BILLONES de dólares al año- y de los que toman las decisiones (allá en Vogue, Ana Wintour y sus grandes gafas), como le explica el personaje de Meryl Streep a Anne Hathaway en The Devil Wears Prada.

Y uno aquí quejándose porque no hay tallas para mujeres reales en las perchas de los almacenes, o porque no halla zapatos que no parezcan de gladiador romano o de dominatriz, o asombrándose al ver mujeres vestidas en colores neón o estampados animales, cuando la realidad es que la industria de la moda se infiltra verticalmente de Dolce a gabanas.

Más que tener ropa de moda, hay que tener espejos de cuerpo entero.

Comentarios

  1. ¡Pues sí es cierto! Dicen que la moda es aspiracional pero si es así, hay mucha gente que tiene mal planteadas sus aspiraciones.

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