Cuando faltan las palabras

Pasa. Uno da bocanadas de aire tratando de hallar las adecuadas (en en extrema urgencia, ¡cualesquiera!), pero no las encuentra. No salen de la boca. Algunas ni siquiera llegan a la punta de la lengua. Las situaciones en que pasan varían: puede ser ante una pregunta incómoda, un comentario impertinente (para mientras contamos hasta 10) o algo que nos toma por sorpresa y nos deja literalmente sin palabras.

También pasa que a veces no se conocen las palabras. ¿Ha visto alguna vez a un niño tratar de explicar algo que le es desconocido o que no comprende del todo? Se quedan en blanco y se ofuscan de la misma frustración de no poder comunicar en palabras la maraña de sus pensamientos. No hay que ser niños para que eso pase. 

Para describir, por ejemplo. Descríbame la sensación más agradable que alguna vez haya experimentado. Describa -sin ayuda de su lenguaje corporal- el gol más fantástico que ha visto anotar a un jugador de su equipo favorito. Describa lo que pasó por su mente a raíz de una canción, un libro, una pintura, un lugar, una obra de teatro, un ballet, una escena curiosa que vio en la calle hoy. ¿Se quedó corto en adjetivos? A mí me pasa.

No hablo de hacer versos inspirados, un haiku o qué sé yo. Hay momentos en que simplemente nos ponemos mudos. Momentos en que nuestras competencias lingüísticas y comunicativas se truncan. ¿Por qué será?

Comentarios

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