Simplemente ¡baile!
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En capítulos anteriores mencionábamos que siempre hay una canción de moda que es bailada hasta más no poder en todos los confines de la Tierra. La de turno: el Gangnam Style. En plena fiesta, donde sonaba cualquier canción menos la del coreano PSY, me dio por pensar en por qué bailamos.
Estaba ahí, entre canciones de Aniceto Molina y los Hermanos Rosario. Nadie calificaba como bailarín profesional. Me atrevería a decir que la mayoría ni siquiera eran buenos haciéndolo. Pero lo disfrutaban sin que les importara. Eran el mejor ejemplo de aquello de "Dance like no one is watching".
No importaba si bailaban "sobaqueado" o como quien raspa minutas con los pies. Había quienes ni siquiera se movían. Otros necesitaban tener un trago en la mano para agarrar valor. Unos bailaban pegados, otros a media legua de su pareja. Unos coordinados, otros cada quien en su mundo. Más de uno bailaba como si se tratara de un ritual de apareamiento. Algunos parecían haber visto demasiados episodios de "Bailando por un sueño". Todos disfrutaban, se disfrutaban a sí mismos.
Creo que, sin importar el tipo de música, si es cumbia o dubstep; sin importar la calidad del bailarín, si es Elaine Benes o PSY; sin importar si es una discoteca carísima o una fiesta patronal, todos bailamos para exorcizar nuestros demonios.
Debe tener una explicación científica a nivel endocrino, con las endorfinas y, por qué no, hasta con las feromonas. De mi parte, solo le puedo decir que baile, baile hasta que los pies le duelan, hasta que esté convencido de que al día siguiente no va a poder subir gradas, baile hasta sudar, baile hasta sentirse feliz, baile todo lo que pueda con tal de darse gusto.
Baile para olvidar sus preocupaciones y sus penas. Baile para celebrar sus alegrías. Pero baile. Seguro los demás estarán lo suficientemente alcoholizados como para recordar al día siguiente sus movimientos sobre la pista.
No importaba si bailaban "sobaqueado" o como quien raspa minutas con los pies. Había quienes ni siquiera se movían. Otros necesitaban tener un trago en la mano para agarrar valor. Unos bailaban pegados, otros a media legua de su pareja. Unos coordinados, otros cada quien en su mundo. Más de uno bailaba como si se tratara de un ritual de apareamiento. Algunos parecían haber visto demasiados episodios de "Bailando por un sueño". Todos disfrutaban, se disfrutaban a sí mismos.
Creo que, sin importar el tipo de música, si es cumbia o dubstep; sin importar la calidad del bailarín, si es Elaine Benes o PSY; sin importar si es una discoteca carísima o una fiesta patronal, todos bailamos para exorcizar nuestros demonios.
Debe tener una explicación científica a nivel endocrino, con las endorfinas y, por qué no, hasta con las feromonas. De mi parte, solo le puedo decir que baile, baile hasta que los pies le duelan, hasta que esté convencido de que al día siguiente no va a poder subir gradas, baile hasta sudar, baile hasta sentirse feliz, baile todo lo que pueda con tal de darse gusto.
Baile para olvidar sus preocupaciones y sus penas. Baile para celebrar sus alegrías. Pero baile. Seguro los demás estarán lo suficientemente alcoholizados como para recordar al día siguiente sus movimientos sobre la pista.
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