Fue como si toda mi vida me hubiera preparado para ese momento. Una amiga me hace burla, pero es cierto. Dos cosas diametralmente opuestas he aprendido de mis ascendientes en cuanto a viajar: a aguantar hambre para no gastar y a hartarme. Ambas son útiles cuando se hacen de la mejor manera.
Podrá entender entonces por qué le digo que fue como si toda mi vida -y un puñado de
episodios de Man vs Food- me habían preparado para ir a Las Vegas, la meca de los grandes buffets. El elegido: El Bacanal del Caesar's Palace. Encontré la recomendación en un artículo del USA Today, y además solo el hecho de decir "Fui al Bacanal" me pareció lo suficientemente divertido como para ir.
El Caesar's Palace sostiene que les costó $17 millones de dólares. A mí me pareció que la cena me costó un ojo de la cara, pero al salir de ahí -literalmente tambaleándome-, me sentía como un millón de dólares. No hay mucho que contar más que decir que comí. Comí demasiado, comí cosas que no creo que vuelva a comer en mucho tiempo, comí cosas que no sé ni cómo se preparan ni cómo se llaman.
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La entrada al paraíso |
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Espárrago, zanahorias, papas scallop con trufas, sweet potato tater tots y el mac&cheese más rico en la historia de la humanidad |
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Patas de cangrejo de Alaska. O-M-G. |
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Croquetas de cangrejo y no sé qué de langosta |
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Cinco tipos diferentes de animalitos |
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Pizza, pasta, pato pequinés, hummus y todo lo demás que me cupo en el plato |
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Al fondo pueden ver que no me acabé la comida |
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Cupcake de red velvet, English bread pudding y berries crumble |
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Fresa mutante |
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Chocolaaaaate |
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Macaroon de chocolate antes de ser devorado |
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Crème brûlée, gelato de bakhlava y paletitas de cheesecake y brownie |
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Gelaaato |
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Casi demasiado lindo para comerse |
Una anécdota graciosa: la hostess que me acomodó en mi mesa para uno me quitó la carta de vinos porque pensó que era menor de edad. Le dije "Oh, I'm 26" y puso cara de whaaat. Bien, ¡todavía no estoy tan para el tigre! Punto para mí. Igual no tomo vino así que no me importó.
El pecado capital más grave en Las Vegas no es la lujuria, sino la glotonería. Para cuando empecé la tercera ronda, ya estaba llena, y seguía, seguía intentando. Paradójicamente me sentí mal por dos cosas: uno, por no probar cada plato en ese restaurante gigante de seis estaciones; dos, por no comérmelo todo. Se desperdicia tanta comida en esos lugares que es imposible no sentirse culpable. Al menos yo aún no he llegado a ese grado de hedonismo. In the battle of woman versus food, food won.
Otro momento foodie: el restaurante OTTO de Mario Batalli en The Venetian.
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La Pepsi más cara que he me tomado: $4 |
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Raviolis a la no sé qué con no sé cuánto. Yo quería chuponear la salsita con el pan. |
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